Inconfesables 4
por Adriana Battu
Febrero es insoportable. Vuelven todas divinas de la playa. Las ves. Te pasan por al lado. Te vuelven invisible. Están en su mejor momento. En su highlight anual. Con ese bronceado chocolate, hiperparejo, que sólo se consigue en el espiedo de la arena. Tienen hasta los talones quemados las guachas, y dan zancadas por el microcentro con las gambas fabulosas, doradas, con las muscus de bretel finito, con un aire de “me acabo de tirar este vestido encima pero en verdad sigo con la bikini abajo y me animaría a caminar en bolas entre los autos”. Y están re diosas por haber comido medio choclito por día durante todo enero, adelgazadas por el gran campo de batalla de la costa atlántica, donde si no entrás en la competencia no te mira ni el pochoclero. En los brazos tienen los pelitos oxigenados, y están medio rubias por el sol, con un aura saludable, y van en alpargatitas o sandalias, quieren prolongar el verano, lo traen puesto, algunas con un colgante de hilo pedorro comprado en las vidrieras ambulantes de la orilla. Pasan con una actitud de “tomé sol topless en José Ignacio al lado de Gustavo Cerati”. Me envenenan. Cada vez que se me para una al lado antes de cruzar, me dan ganas de decirle: “Hija de puta, rajá de mi vista, no te me acerques a menos de 200 metros, no podés estar tan flaca y tan quemada, te va a quedar el esternón pecoso como a mi profesora de matemáticas que parecía un pergamino medieval”.
Febrero es insoportable. Vuelven todas divinas de la playa. Las ves. Te pasan por al lado. Te vuelven invisible. Están en su mejor momento. En su highlight anual. Con ese bronceado chocolate, hiperparejo, que sólo se consigue en el espiedo de la arena. Tienen hasta los talones quemados las guachas, y dan zancadas por el microcentro con las gambas fabulosas, doradas, con las muscus de bretel finito, con un aire de “me acabo de tirar este vestido encima pero en verdad sigo con la bikini abajo y me animaría a caminar en bolas entre los autos”. Y están re diosas por haber comido medio choclito por día durante todo enero, adelgazadas por el gran campo de batalla de la costa atlántica, donde si no entrás en la competencia no te mira ni el pochoclero. En los brazos tienen los pelitos oxigenados, y están medio rubias por el sol, con un aura saludable, y van en alpargatitas o sandalias, quieren prolongar el verano, lo traen puesto, algunas con un colgante de hilo pedorro comprado en las vidrieras ambulantes de la orilla. Pasan con una actitud de “tomé sol topless en José Ignacio al lado de Gustavo Cerati”. Me envenenan. Cada vez que se me para una al lado antes de cruzar, me dan ganas de decirle: “Hija de puta, rajá de mi vista, no te me acerques a menos de 200 metros, no podés estar tan flaca y tan quemada, te va a quedar el esternón pecoso como a mi profesora de matemáticas que parecía un pergamino medieval”.
Y una particularmente se destacó entre las otras. Venía con su amiga que estaba blanca, pero de un “blanco rencor”, digamos. Venían las dos caminando y la veraniega se largó a cruzar mal, sin importarle el bocinazo del taxista. La amiga la puteó con un "¡cuidado, boluda!", y ella siguió cruzando igual, riéndose, espléndida, chocha consigo misma, atravesando sola la avenida de su mejor momento, como en una propaganda de Sedal, despreocupada del mundo, pensando todavía desde la reposera que el microcentro y el quilombo cotidiano son una gran ridiculez. Pero esa risita, esa confianza, le van a durar una semana. Yo me alié mentalmente con su amiga que en la otra vereda esperaba el semáforo, pitando bien hondo el pucho, mirando para el costado, pensando: “Esperá un poquito, ya me voy a ir diez días a algún lado y, cuando vuelva re diosa, vos vas a estar hecha mierda, porque vas a haber declinado en el tobogán de las semanas laborables hasta la blancura del subte, hasta la ojera del madrugón, hasta la anemia oficinesca y los cuatro kilos extra de tanto mirar Tinelli con el pote de Chimbote y la cuchara. Ya vas a ver. Dame un tiempito”.
9 Comments:
andá a tomar sol, resentida
Muy buen artículo.
¿Alguien mira a Tinelli comiendo Chimbote del tarro? Sería buenísimo que nos contara su experiencia en primera persona.
Yo no tomo sol, da calor.
Saludos
diego, andá a tomar solo a ver si te oxigena las ideas!
Emilia, ¿me asegurás que el sol no me va a quemar la cabeza?
no estés tan enojada... te entiendo igual, pero... seguro que vos sos re linda blanca o negra
muy bueno, adriana.
ya la tenés quemada diego, releíste tu blog? por ahí te la enfría...
Hoy me iba a animar a tomar sol, pero justo se largó a llover.
Emilia, ¿te gusta caminar bajo la lluvia? Con paraguas, por supuesto, sino te resfriás y al otro día no podés tomar sol en la terraza.
absoluto, el mas perfecto sincro real cotidiano de la enfermedá de la mente del turista recien llegado del exterior de su propia cuadra, no se habla más,
pero perdonemé, solo es eso un recuerdo, vivía en una ciudá balnearia, es decir fui complice y complicado,
ahora la terminé de ensuciar, me fui, y estoy, en la costa del sol,en la españa de los huecos andaluces, imaginá las yeguas en bolas sin apuro durante un mes, que quizás alquilaron el mundo, y vos chorreando sebo de colores de feliz que estas de haber huido de la guerra de las pelotudas bikinis,
mamis! que diferencia hay entre 8 cm cúbicos que les cubren los pechonchitos que ningún cm cubierto
Flores, alfajores y gloria para un buen relato, y que defenezcan en sus iglú los detractores
arrivedercci mon amis
Publicar un comentario
<< Home