El chancho que dio el mal paso
por Luciano Lamberti
Un hombre bueno como el pan estaba revolviendo el puchero de la sopa cuando se le aparece un chancho. El tipo lo saca afuera, con gritos y patadas en el culo, y luego se sienta a comer, y cuando termina y se pone a lavar los platos, siente unos ojos horadándole la espalda y se da vuelta y el chancho. El tipo trata de matarlo con la indeferencia: se lava los dientes, habla por teléfono, se tira a dormir la siesta en el patio como si el chancho no lo siguiera de un lado para el otro, con esa expresión de quien acaba de descubrir algo hermoso y quiere mirarlo para siempre. Efectivamente: para no tener que dar explicaciones, el tipo tiene que dejar el trabajo y apartarse violentamente de sus amigos y su familia, y de ahí en adelante sólo sale de su casa para hacer las compras en un supermercado de barrio, a unas cuadras, donde haga lo que haga, en la esquina que forman las góndolas de los desinfectantes, apoyado en un cajón de mandarinas o donde sea, el chancho. El tipo se deprime, se le caen los dientes y el pelo, llora mirando al chancho, que evita mirarlo y se hace el bueno, en un rincón de la pieza, entre medias sucias y pelusa que sólo puede gustarle a un chancho. Con sus últimos ahorros, compra una caja de tranquilizantes y se los toma con whisky. Tiene miedo; se mea. Luego se acuesta en el piso y mientras comienza a adormecerse, alcanza a ver al chancho avanzando hasta el borde de la cama, con una expresión triunfal. El tipo se muere y el chancho se lo come.
Un hombre bueno como el pan estaba revolviendo el puchero de la sopa cuando se le aparece un chancho. El tipo lo saca afuera, con gritos y patadas en el culo, y luego se sienta a comer, y cuando termina y se pone a lavar los platos, siente unos ojos horadándole la espalda y se da vuelta y el chancho. El tipo trata de matarlo con la indeferencia: se lava los dientes, habla por teléfono, se tira a dormir la siesta en el patio como si el chancho no lo siguiera de un lado para el otro, con esa expresión de quien acaba de descubrir algo hermoso y quiere mirarlo para siempre. Efectivamente: para no tener que dar explicaciones, el tipo tiene que dejar el trabajo y apartarse violentamente de sus amigos y su familia, y de ahí en adelante sólo sale de su casa para hacer las compras en un supermercado de barrio, a unas cuadras, donde haga lo que haga, en la esquina que forman las góndolas de los desinfectantes, apoyado en un cajón de mandarinas o donde sea, el chancho. El tipo se deprime, se le caen los dientes y el pelo, llora mirando al chancho, que evita mirarlo y se hace el bueno, en un rincón de la pieza, entre medias sucias y pelusa que sólo puede gustarle a un chancho. Con sus últimos ahorros, compra una caja de tranquilizantes y se los toma con whisky. Tiene miedo; se mea. Luego se acuesta en el piso y mientras comienza a adormecerse, alcanza a ver al chancho avanzando hasta el borde de la cama, con una expresión triunfal. El tipo se muere y el chancho se lo come.
5 Comments:
La puta madre que los re parió a los porcinos. Tengo un chancho en mi vida.
La culpa no es...
Es la única esperanza que tengo, Funes, cuando el chancho termine de comer se muere alcoholizado, se lo juro.
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