sábado, agosto 06, 2005

Fragmento de un diario

por Juan Terranova


Hoy a la mañana, un amigo me preguntó por teléfono cómo era la nueva casa.

— Bueno, para empezar—le dije—, no es tan nueva.

Me tomé el día para seguir ordenando los libros. Estuve sacándolos de las cajas y poniéndolos en los estantes. Cuando me estaba cansando, encontré una Biblia. Algunos párrafos estaban subrayados y tenían anotaciones. La Biblia es buen material. Muy curativo. Lo digo en el plano estrictamente literario. En realidad, no sé. El Viejo Testamento no. Tiene lo suyo pero es como Hollywood. Tantos fuegos artificiales y efectos especiales aburren. No se puede vivir sólo de películas hechas en Hollywood. También, y por sobre todo, necesitamos que nos hablen cara a cara. Tengo amigos que se exiliaron. Los extraño. Si me fuera de Buenas Aires me llevaría una Biblia.

— Buenos Aires no es intercambiable con nada— me dijeron una vez.

Siento la necesidad de creer. Si uno deja de creer, está listo. Traigan la camilla. Traigan la bolsa con el cierre. No, esperen, todavía respira.

Una vez le dije a Celia que La Ilíada me aburría. Nunca podría decir eso del Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento nunca me aburre. Ninguno de los cuatro evangelios me aburre. Marcos, Mateo, Lucas y Juan. Había tanto para contar que un biógrafo no alcanzaba. Eso es tener algo que decir. Hay muchos narradores de hoy que no tienen nada para decir porque no creen en nada. Dudan de todo y se pelean como adolescentes y se odian porque no tienen fe. Un escritor sin fe es como una cáscara vacía.

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