El Talentoso Señor Edwards
por Fabián Casas
Hace muchos años, en una galaxia muy lejana, Rodolfo Edwards me contó que una mujer de la que estaba enamorado, le dijo, mientras venían con un tire y afloje en medio de la recova de Once: “No te digo ni que no, ni que sí, pero tampoco te digo sefiní”. La muchacha se convirtió en Beatriz Raffo, la Beatrice de este gran poeta que practica un dolce stil nuovo rantifuso. La imagen en la recova, lo que le dice la mina, es notable y en ella está condensada toda la poesía de Edwards. Hay miles de anécdotas para contar de Edwards y mi cabeza está poblada de imágenes que me legaron la lectura de sus poemas. Edwards fue el primer poeta verdadero que conocí en mi vida. En ese entonces ya tenía una obra en marcha que, al día de hoy, no ha parado de crecer. En el poema que sigue a estas líneas, hay unos versos que describen la estatua de Patota Potente, famoso jugador xeneize. Mi cabeza vuelve una y otra vez a la descripción que hace Edwards de esa estatua imponente que –según dice el poema- se alza sobre La Ribera. Damas y caballeros, entren al mundo de Edwards, el Willy Wonca de la Boca.
Las chicas de la Boca
Por Rodolfo Edwards
las chicas de La Boca
andan con el sexo en la mano
como repartiendo volantes
de una nueva panadería
las chicas de La Boca
jamás usan pollera
por miedo a que los guachos
se las trinquen en la vereda
las chicas de La Boca
usan vaqueros chupines
y se les hace un acordeoncito perfecto
en la parte posterior de la rodilla
las chicas de La Boca
son demasiado fértiles
la presión intensa de una mano
sobre sus tetas derechas
puede provocar embarazos
las chicas de La Boca
miran a los ojos
con pornográfica franqueza
"después de los treinta y cinco kilos
hay que cogerlas a todas"
decía mi tío el finado
a las chicas de La Boca
no se las puedo presentar a mi mamá
ni tampoco a mis amigos
porque al toque me hacen cornudo
las chicas de La Boca
ignoran la metáfora
el retruécano y el eufemismo
abominan del doble sentido
y de los piropos hacen una pila
que a la noche se llevan
los muchachos de Manliba
las chicas de La Boca
se van de milonga
solamente a las bailantas
y los fiolos uruguayos
las esperan a la salida
con el mate preparado
las chicas de La Boca
saben que el Riachuelo
se puede zarpar en cualquier momento
en las noches de viento
hacen un nudo en un pañuelo
y lo atan a las bolas
del Monumento al Patota Potente
las chicas de La Boca
están hechas a medida
del hombre de La Boca
pulenta con pulenta
comida de bostero
las chicas de La Boca
se pasan toda la tarde
en un video juego
apostando a sus pobres novios
-jorobaditos de buzo negro-
en un pacman
las chicas de La Boca
siempre compran la rifa de los bomberos
y no "por ayudar a la Institución"
simplemente les gusta la manguera
las chicas de La Boca
comen pizza de parado
agarran la muzza con la mano
chupan birra nacional
y pechean los fasitos
las chicas de La Boca
se marchitan en la solapa
de fumados compadritos
que miran el mundo desde
las ramas de la Plaza Matheu
colgados como murciélagos
estudiando para vampiros
las chicas de La Boca
son gallardas amazonas
blandiendo la magia roja del deseo
y la gris de nuestro puente
Nicolás Avellaneda
niñas mozas que se saben
toda la vida antes que el gallo cante
antes del cumpleaños de quince
antes que el río sucio llegue
al mentón salpicando la boca
tu boca azul y oro
fantasía que brilla unos segundos
y se evapora entre la gente
que contempla un pungaje
yo
que ando de paso entre los mortales
tropezando con fantasmas
te quiero encontrar en el requecho
te quiero agarrar de la mano
y salir a putear a la luna
a la Cruz del Sur
a esos pajarracos que sobrevuelan
nuestras regias cabezas
las chicas de La Boca
envidian a las chicas de la torre
de Olavarría y Palos
pero esas turras que hablan con tonito
no son de La Boca
ni las conchetas de Catalinas
-Vaticano dentro de La Boca-
que se hacen las ratas crueles
cuando un macho bostero
las pone en la mira
hijas brígidas de visitadores médicos
y tontas maestritas que creen
haber descubierto la llave de la sabiduría
las chicas de La Boca
se casan con matarifes o carniceros
con cualquiera que tenga que ver
con el gremio de la carne
las chicas de La Boca
con el tiempo engordan
indefectiblemente
se convierten
en madres
en suegras
en abuelas
demasiado pronto
se encomiendan a una Virgen
y en los bondis sus tapados
empiezan a oler a naftalina
sin saber contribuyen
a perpetuar la especie de los reos
que todos los domingos
llenan a full
la segunda bandeja de la Bombonera
Hace muchos años, en una galaxia muy lejana, Rodolfo Edwards me contó que una mujer de la que estaba enamorado, le dijo, mientras venían con un tire y afloje en medio de la recova de Once: “No te digo ni que no, ni que sí, pero tampoco te digo sefiní”. La muchacha se convirtió en Beatriz Raffo, la Beatrice de este gran poeta que practica un dolce stil nuovo rantifuso. La imagen en la recova, lo que le dice la mina, es notable y en ella está condensada toda la poesía de Edwards. Hay miles de anécdotas para contar de Edwards y mi cabeza está poblada de imágenes que me legaron la lectura de sus poemas. Edwards fue el primer poeta verdadero que conocí en mi vida. En ese entonces ya tenía una obra en marcha que, al día de hoy, no ha parado de crecer. En el poema que sigue a estas líneas, hay unos versos que describen la estatua de Patota Potente, famoso jugador xeneize. Mi cabeza vuelve una y otra vez a la descripción que hace Edwards de esa estatua imponente que –según dice el poema- se alza sobre La Ribera. Damas y caballeros, entren al mundo de Edwards, el Willy Wonca de la Boca.
Las chicas de la Boca
Por Rodolfo Edwards
las chicas de La Boca
andan con el sexo en la mano
como repartiendo volantes
de una nueva panadería
las chicas de La Boca
jamás usan pollera
por miedo a que los guachos
se las trinquen en la vereda
las chicas de La Boca
usan vaqueros chupines
y se les hace un acordeoncito perfecto
en la parte posterior de la rodilla
las chicas de La Boca
son demasiado fértiles
la presión intensa de una mano
sobre sus tetas derechas
puede provocar embarazos
las chicas de La Boca
miran a los ojos
con pornográfica franqueza
"después de los treinta y cinco kilos
hay que cogerlas a todas"
decía mi tío el finado
a las chicas de La Boca
no se las puedo presentar a mi mamá
ni tampoco a mis amigos
porque al toque me hacen cornudo
las chicas de La Boca
ignoran la metáfora
el retruécano y el eufemismo
abominan del doble sentido
y de los piropos hacen una pila
que a la noche se llevan
los muchachos de Manliba
las chicas de La Boca
se van de milonga
solamente a las bailantas
y los fiolos uruguayos
las esperan a la salida
con el mate preparado
las chicas de La Boca
saben que el Riachuelo
se puede zarpar en cualquier momento
en las noches de viento
hacen un nudo en un pañuelo
y lo atan a las bolas
del Monumento al Patota Potente
las chicas de La Boca
están hechas a medida
del hombre de La Boca
pulenta con pulenta
comida de bostero
las chicas de La Boca
se pasan toda la tarde
en un video juego
apostando a sus pobres novios
-jorobaditos de buzo negro-
en un pacman
las chicas de La Boca
siempre compran la rifa de los bomberos
y no "por ayudar a la Institución"
simplemente les gusta la manguera
las chicas de La Boca
comen pizza de parado
agarran la muzza con la mano
chupan birra nacional
y pechean los fasitos
las chicas de La Boca
se marchitan en la solapa
de fumados compadritos
que miran el mundo desde
las ramas de la Plaza Matheu
colgados como murciélagos
estudiando para vampiros
las chicas de La Boca
son gallardas amazonas
blandiendo la magia roja del deseo
y la gris de nuestro puente
Nicolás Avellaneda
niñas mozas que se saben
toda la vida antes que el gallo cante
antes del cumpleaños de quince
antes que el río sucio llegue
al mentón salpicando la boca
tu boca azul y oro
fantasía que brilla unos segundos
y se evapora entre la gente
que contempla un pungaje
yo
que ando de paso entre los mortales
tropezando con fantasmas
te quiero encontrar en el requecho
te quiero agarrar de la mano
y salir a putear a la luna
a la Cruz del Sur
a esos pajarracos que sobrevuelan
nuestras regias cabezas
las chicas de La Boca
envidian a las chicas de la torre
de Olavarría y Palos
pero esas turras que hablan con tonito
no son de La Boca
ni las conchetas de Catalinas
-Vaticano dentro de La Boca-
que se hacen las ratas crueles
cuando un macho bostero
las pone en la mira
hijas brígidas de visitadores médicos
y tontas maestritas que creen
haber descubierto la llave de la sabiduría
las chicas de La Boca
se casan con matarifes o carniceros
con cualquiera que tenga que ver
con el gremio de la carne
las chicas de La Boca
con el tiempo engordan
indefectiblemente
se convierten
en madres
en suegras
en abuelas
demasiado pronto
se encomiendan a una Virgen
y en los bondis sus tapados
empiezan a oler a naftalina
sin saber contribuyen
a perpetuar la especie de los reos
que todos los domingos
llenan a full
la segunda bandeja de la Bombonera
10 Comments:
El final me hizo acordar a Tolstoi, ella es todo, hasta que envejece como cualquier otra.
Por lo demás, una buena sensación. Como decir: sacá la chica de La boca que hay en vos.
y este quién es, un emisario de Cucurt para Polka?
adictivo y plagado de aromas. me gustó.
uff, perfecta descripcion de Catalinas!( lo juro, viví ahí) y hermosas, las chichis de la Boca
Estos días estoy escuchando mucho al Cuarteto Cedrón cantando a González Tuñón... y se me ocurre que Juan Cedrón podría cantar este poema de Edwards perfectamente.
¿y las de isidro casanova?...
lindas imagenes las de Edwards. Lo que hace aun mas grande al de Girondo ( Exvoto, 1920) escrito casi un siglo antes.
Suponiendo que Edwards no haya leído nunca el de Oliverio, ahi está lo lindo de la poesía, permitirnos hacer puzzles en la cabeza con dos textos diacronicos
Viva Edwards!!!
¡Lástima por el tonito machista de esta recreación del poema de Oliverio Girondo!
Hay cosas valorables, pero es muy porteño para mi gusto.
Tengo el privilegio de ser testigo del primer encuentro que tuviste con Rodolfo. Fue un sábado por la tarde en la barriada de Once, territorio minetero.
Allí hubo una suerte de cumbre, no recuerdo bien si desde tu lado con el "Epitafio ex-cultural" de Eduardo Sívori u otro proyecto.
Lo cierto es que estábamos en una mesa de un bar de Rivadavia y Saavedra, a pocas cuadras de la mítica "Alabama", y lo vi cruzar al Rody con su cabellera al viento y su pasito de rocker. Te dije: ahí está. Y me respondiste: "Ah, pero qué pinta de poeta que tiene"...
Misóginamente desagradable. La fuerza de un poema pasa por otro lado, campeón, no sabés dar la cachetada.
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