martes, agosto 23, 2005

En la ciudad infernal

Por Fabián Casas
Osvaldo Aguirre, un poeta amigo que trabaja en el diario La Capital de Rosario, me pidió que le mandara para la sección de cultura, la recomendación de una novela. Yo mandé esto:

¿Alguna vez les pasó estar leyendo un libro y, de golpe, capturado por un párrafo genial, levantar la vista al cielo –no sé por qué pienso que los escritores buenos que están muertos nos miran desde ahí- para decirle al autor frases como: “esto es genial, viejo”, “la pusiste en el ángulo”. A mí me pasó esto con, por ejemplo, Viaje al fin de la noche, de Celine. Y ahora me está pasando lo mismo con 2666 la novela póstuma de Roberto Bolaño.

Bolaño, un autor que al principio me pareció demasiado cortazariano, un autor que no me convenció del todo con Los detectives salvajes pero que la dejó chiquita con Estrella distante, una novela genial con un personaje memorable cruza de Alfredo Astiz y Raúl Zurita.
Y ahora 2666. Un libro inmenso de más de mil páginas con trancos memorables de narración. Todavía no lo terminé, no quiero que termine. La montaña mágica queda en Santa Teresa, una ciudad imaginaria tras la cual se oculta Ciudad Juarez, la ciudad real de México donde las mujeres son asesinadas como moscas. Roberto Bolaño está muerto pero, como escribió Auden: “El tiempo, que sabe escribir, perdona a los que escriben bien”.

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