Fútbol y poesía: el otro lado de las cosas
Por Horacio Fiebelkorn
Desde siempre, la calificación de "lírico", en el fútbol, procuró designar a cierto tipo de juego que jerarquiza el lujo y el buen trato a la pelota por sobre los resultados. Buscar o proteger un resultado podía trastornar la idea del juego, volverlo más o menos agrio, áspero, "defensivo", y eso no es bueno. ¿Bueno para qué? Para el espectáculo, que reclama un continuado de tacos, gambetas y chilenas, y se resiste a festejar los goles de cabeza o con pelota parada: los mira de reojo. Además, los roles son bastante fijos: los goles tienen que ser hechos por los delanteros. Que los defensores defiendan, que para eso están. Eso es, en suma, el "fútbol que le gusta a la gente", lo que se conoce como "la nuestra", tributaria de los tiempos en que los torneos se repartían entre cinco equipos grandes que se turnaban en el logro de las copas, frente a una larga lista de equipos chicos que oficiaban de sparrings.
No hay que ser muy despierto para advertir que los cultores de "la nuestra" suelen hablar de más. Si el equipo perdió 4 a 0, ¿qué cara tiene que poner el futbolista cuando su técnico le dice que, a pesar del resultado, los muchachos jugaron bien? ¿O que lo importante es respetar "una idea del juego"? ¿Por qué adornar o falsificar la realidad? ¿Por qué no decir "jugaron mal y por eso los golearon"? Puede ser incluso peor: ante un empate, quejarse de que el rival no los dejó jugar por la marca a presión, o que el alcanzapelotas era lento. Los ideólogos de la "lírica futbolística" tienen una relación por lo menos confusa con la verdad, tanto la de sus propias ideas como la de los hechos. Allí están, como muestra, las insoportables sanatas de Angel Cappa, que llega a teorizar sobre un supuesto "fútbol de izquierda" –que sería el suyo, el "lírico"- y un fútbol de derecha, utilitario y poco vistoso.
Pero el título de esta nota obliga al autor a plantear el otro aspecto del asunto, que podría formularse así: ¿mediante qué injerto intelectual se terminó llamando "lírico" al "jogo bonito"? Porque lo poético –ya que de "lírica" se habla- suele aproximarse más a un concepto resultadista y hasta bilardeano. Y no vengan con el argumento de "lo bello", sujeto a la continua discusión de la historia.
Por lo pronto, un buen poema puede equipararse a un buen equipo: se le exige equilibrio en todas las líneas, que no se descompense ni se ahogue, etc. Este control sobre el texto sólo se logra con trabajo y más trabajo: máximo de concentración durante los 90 minutos. Un talento sin trabajo puede terminar en la charca antes de tiempo. Si no, pregúntenle a Houseman. Y un buen verso es tanto mejor en cuanto la estructura y el fraseo del poema le permite lucirse: trabajo de equipo. Un buen verso convierte, hincha la red, y poco importa si está a mitad del poema, o en el final, o al comienzo: no importa si el gol es anotado por el nueve, el ocho o el tres.
Tampoco importa, si vamos al caso, el esquema de juego, el reparto de jugadores en la cancha, si es 4-3-3 o 3-4-1-2 o 4-4-2: interesa lo que puedan producir o generar. Como tampoco es importante lo que cada poeta piense en voz alta de su obra o su planteamiento teórico, o su filiación a tal o cual corriente, etc: importan sus poemas como producto final. En suma, el resultado. Si tu idea del fútbol no se traduce en resultados, renunciá. Si tu poesía está por debajo de la estética que reclamás a los demás, mejor que te calles.
¿El fútbol que le gusta a la gente es jugar para la tribuna? Puede ser desastroso un taco fallido en el área propia, o una gambeta de más, o una brutalidad innecesaria contra un rival, so pretexto de lograr la adhesión de una popular que festeja gestos aguerridos.
Jugar para la tribuna suele tener efectos patéticos, en fútbol y en poesía. Vean, si no, lo que ocurre, cuando algún poeta busca el agasajo veloz de la audiencia: el militante de las buenas causas procura conmover con sus consignas, el/la sexuamente ambiguo/a claudica ante el afán de histeria de su ambiguo público, el realista social regala guiños chabones. Por jugar para la tribuna no hacen su trabajo, y estropean lo bueno que podrían dar.
¿Está mal jugar al borde del reglamento? Eso le achacaban al escasamente lírico Estudiantes de Zubeldía. Pero no hay un solo buen poeta que no juegue al borde del reglamento, o incluso que no lo vulnere.
No se sabe, en fin, de qué hablan los que dicen que el "fútbol bonito" es "lírico". Porque la buena poesía es resultado del trabajo continuo, que permite que la creatividad siga sorprendiendo. Y por si hace falta aclararlo, no hay amistosos posibles: cada partido es a muerte.
No hay que ser muy despierto para advertir que los cultores de "la nuestra" suelen hablar de más. Si el equipo perdió 4 a 0, ¿qué cara tiene que poner el futbolista cuando su técnico le dice que, a pesar del resultado, los muchachos jugaron bien? ¿O que lo importante es respetar "una idea del juego"? ¿Por qué adornar o falsificar la realidad? ¿Por qué no decir "jugaron mal y por eso los golearon"? Puede ser incluso peor: ante un empate, quejarse de que el rival no los dejó jugar por la marca a presión, o que el alcanzapelotas era lento. Los ideólogos de la "lírica futbolística" tienen una relación por lo menos confusa con la verdad, tanto la de sus propias ideas como la de los hechos. Allí están, como muestra, las insoportables sanatas de Angel Cappa, que llega a teorizar sobre un supuesto "fútbol de izquierda" –que sería el suyo, el "lírico"- y un fútbol de derecha, utilitario y poco vistoso.
Pero el título de esta nota obliga al autor a plantear el otro aspecto del asunto, que podría formularse así: ¿mediante qué injerto intelectual se terminó llamando "lírico" al "jogo bonito"? Porque lo poético –ya que de "lírica" se habla- suele aproximarse más a un concepto resultadista y hasta bilardeano. Y no vengan con el argumento de "lo bello", sujeto a la continua discusión de la historia.
Por lo pronto, un buen poema puede equipararse a un buen equipo: se le exige equilibrio en todas las líneas, que no se descompense ni se ahogue, etc. Este control sobre el texto sólo se logra con trabajo y más trabajo: máximo de concentración durante los 90 minutos. Un talento sin trabajo puede terminar en la charca antes de tiempo. Si no, pregúntenle a Houseman. Y un buen verso es tanto mejor en cuanto la estructura y el fraseo del poema le permite lucirse: trabajo de equipo. Un buen verso convierte, hincha la red, y poco importa si está a mitad del poema, o en el final, o al comienzo: no importa si el gol es anotado por el nueve, el ocho o el tres.
Tampoco importa, si vamos al caso, el esquema de juego, el reparto de jugadores en la cancha, si es 4-3-3 o 3-4-1-2 o 4-4-2: interesa lo que puedan producir o generar. Como tampoco es importante lo que cada poeta piense en voz alta de su obra o su planteamiento teórico, o su filiación a tal o cual corriente, etc: importan sus poemas como producto final. En suma, el resultado. Si tu idea del fútbol no se traduce en resultados, renunciá. Si tu poesía está por debajo de la estética que reclamás a los demás, mejor que te calles.
¿El fútbol que le gusta a la gente es jugar para la tribuna? Puede ser desastroso un taco fallido en el área propia, o una gambeta de más, o una brutalidad innecesaria contra un rival, so pretexto de lograr la adhesión de una popular que festeja gestos aguerridos.
Jugar para la tribuna suele tener efectos patéticos, en fútbol y en poesía. Vean, si no, lo que ocurre, cuando algún poeta busca el agasajo veloz de la audiencia: el militante de las buenas causas procura conmover con sus consignas, el/la sexuamente ambiguo/a claudica ante el afán de histeria de su ambiguo público, el realista social regala guiños chabones. Por jugar para la tribuna no hacen su trabajo, y estropean lo bueno que podrían dar.
¿Está mal jugar al borde del reglamento? Eso le achacaban al escasamente lírico Estudiantes de Zubeldía. Pero no hay un solo buen poeta que no juegue al borde del reglamento, o incluso que no lo vulnere.
No se sabe, en fin, de qué hablan los que dicen que el "fútbol bonito" es "lírico". Porque la buena poesía es resultado del trabajo continuo, que permite que la creatividad siga sorprendiendo. Y por si hace falta aclararlo, no hay amistosos posibles: cada partido es a muerte.
13 Comments:
No sé si estoy totalmente de acuerdo, tampoco importa tanto que lo esté, igualmente el post vale la pena.
y brasil es el anarco sindicalismo, ezra pound o qué?
Macho: en el ciclonylafuria te rompen el ortis cruzando derecha e izquierda con fobal.
¿A muerte? ¿de qué está hablando?
tranquilo rino a quién le ganaste?
harry, habla del poema como campo de batalla, no entendieron?
Está imaginativo el atajo de contraponer la "lírica" en el fútbol con la mecánica del poema y la ética de trabajo del poeta, pero me parece que el "injerto intelectual" por el que se terminó llamando "lírico" al "jogo bonito" es en referencia a la clásica casificación aristotélica de la poesía --superada como clasificación sistemática y adoptada como clasificación histórica desde ¿los románticos?--: Poesia Lírica, Poesia Épica, Poesia Dramática. Sistema en el cual, equipos como, por ej., Boca Juniors, encuadrarían dentro de la épica y del relato de las aventuras de guerreros, populares, con rasgos más colectivos que individuales. Y equipos como, por ej., River Plate, andarían por la lírica y el relato de lo bello, lo individual, lo virtuoso, etc. Lo que no me animaría es a decir que equipo encuadraría dentro de lo dramático, aunque viendo jugar ultimamente al Ciclón...
Buenísimo, Horacio. Comparto. Y en especial dos cosas: 1) "Jugar para la tribuna suele tener efectos patéticos, en fútbol y en poesía. Por jugar para la tribuna no hacen su trabajo, y estropean lo bueno que podrían dar." 2)"No hay un solo buen poeta que no juegue al borde del reglamento, o incluso que no lo vulnere." Claro que esto último merece una aclaración: con jugar al borde del reglamento o vulnerarlo no basta, nunca basta. El que se conforma con vulnerar el reglamento también está jugando para la tribunda. Un abrazo.
Quise decir tribuna, no tribunda. O de cómo de un fallido puede surgir un buen neologismo.
Quise decir tribuna, no tribunda. O de cómo de un fallido puede surgir un buen neologismo.
Yo solamente juego para la tribuna. Soy un demagogo. Y me va joya.
Garpentutti, es evidente, el equipo que históricamente encuadra dentro de lo dramático es Racing.
Interesante comparación. Digamos que siempre pensé que podía haber mucha poesía en el fútbol (épica, dramática, lírica), pero en dosis mínimas y fragmentarias: haikus y nonsense. Pero al contrario, cuando veo fútbol en la poesía, es por que tiendo a ver más bien las magulladuras, lo efectos de dopping, los fauls más rojientes, y las faltas más simuladas. Una cuestión de perspectivas.
Pero bueno, no faltara el que me diga que soy un amargo. . . aunque uno sabe más por Diablo que por sabio (exacto, del rojo)
PD: Veo un partido más como un campo de fuerzas y relaciones aerodinámicas. ¿Sabían que la pelota, al gira con efecto, se comporta como un ala, y por eso comba, por una fuerza de sustentación? Un aporte técnico y pedante, de vuestro lector atento.
Salutte
cierto Rex, cómo se me pudo escapar el dramatismo académico ?
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