jueves, noviembre 03, 2005

Corro hasta fichar

Por Seba Hernaiz

Corro hasta fichar. Dos minutos de retraso pueden significar perder el laburo. Dos minutos de retraso significan perder el laburo. No da perder el laburo, así que corro.
Acalorado ya en el subte aunque afuera haga 15 grados, acalorado de correr con mi abrigo puesto y la cara que comienza a transpirar, acalorado llego: 9.59, ficho y ya está todo legal. Otro día que no pierdo mi laburo. Quiero las vacaciones.

Pasa el tiempo, pasa el tiempo, trabajo fácil de hacer y el tiempo pasa y va siendo hora de partir. Mi compañero llega a reemplazarme siempre diez minutos antes de la hora. Yo preparo mis cosas, limpio el mate, dejo todo pulcro repulcro y me voy caminando despacito: hay que hacer tiempo hasta las 4 para fichar la salida. Trabajo en Retiro. La gente espera sus micros y yo provecho y voy al baño que cuida la paraguaya que vive en la villa de acá a la vuelta y que por dos mangos y media moneda da papel higiénico en la puerta, veo en los kioscos las nuevas tapas de revistas, hago tiempo hasta las cuatro. Me entretengo entre titulares auspiciosos sobre el boom para arriba de la economía local y las tetas de las minas que se confiesan deseosas de amor estampando en las tapas color su último topples sorpresa en Miami vía un photoshop rabioso.

Paja para los ojos: las minas en tanga, un ejército en eterna lucha contra la celulitis. La economía repunta: el Indec señala el crecimiento del x por ciento respecto al período similar del año pasado, aunque haya un poco de inflación. El año pasado señalaba el crecimiento del x por ciento respecto al período similar del anteaño, aunque había un poco de inflación. Mi sueldo subió menos, mucho menos que la inflación acumulada, pero miro la hora: son las 4, quiero vacaciones. Bajo, ficho en el subsuelo y el día se me abre de posibilidades.

Tarde en el centro. Compro tabaco, compro libros. Soy adicto: fumo y leo, fumo y acumulo libros que nunca leeré. Dos o tres adicciones. Podría ser peor. Tabaco suelto y libros baratos, de mesa de saldo, de batea de libros viejos. Hace unos años había más bateas de libros por un peso, de 5 por 3, de 10 por 5 pesos. Ahora hay menos, de menos calidad. Los puchos con la devaluación también se jodieron. Al principio, las marcas importadas dejaron de llegar, después llegaron con el sobreprecio que hace reflotar en los bolsillos la melancolía del 1 a 1. Igual, te acostumbrás. Hacés parecer que sabés algo de economía y explicás que el 1 a 1 era una mentira financiera que vació al país. La mierda, y cuánta razón, y cuántas razones para comprar el nuevo plan y vivir creyéndonos que ahora es 3 a 1 cuando estamos 1 a 0,3. El tabaco, igual, ahora ya llega casi como antes. Se le agrega al precio de producción en dólares el precio del trabajo local en pesos y vale menos que el triple de lo que valía. El tabaco nacional también aumentó, porque aunque se paga el trabajo en pesos y la materia prima extraída así es bastante barata, lo mejorcito sale para exportarse a precio del mercado internacional: acá quedan los restos, la versión a las apuradas de la producción vendible, y más caro, claro, porque la oferta afuera está tanto mejor.

Como con la cerveza, que de una parte a este tiempo pasó de ser emblema local a ser un "agua de grifo", como dice el amigo alemán de un amigo. "Agua de grifo", la puta que lo parió, alemán de mierda que encima tiene razón. La Quilmes está insufrible, pero como los buenos pequeñoburgueses de gusto apenas refinado se ve movemos alguna parte del mercado, ahora Quilmes S.A. nos saca la línea de litro de la Stella Artois a un 30% más de guita que el barro aguado de la Qristal y no poner una moneda más sobre las monedas es un pecado. Agua de grifo por un lado o monedas inflacionarias del 3 a 1 para comprar botellas verdes de sabor elaborado. Eso sí, la joven Argentina que exportamos en los noventa a la España de brazos abiertos pero uñas afiladas, pasa penurias o la pasa joya pero ahora cuenta que por suerte desde el 3 a 1 en el Corte Inglés se consigue la Quilmes bastante más fácil: y hasta parece cerveza la que allá llega.

Del vino ni me acuerdo ya. Que quede en las borracheras del invierno. La preocupación ahora es la cerveza y las vacaciones. Las vacaciones. El año pasado no me fui casi. El anteaño sí, nos fuimos a Tucumán con mi ex y éramos todos porteños siguiendo el camino del buen turista, la mitad con la frustración del euro inaccesible y la otra con la fantasía del nómade en fuga a la Manu Chao. El año anterior también había hecho el Tucumán-Salta-Jujuy, pero con mis amigos y todavía no se notaba tanto el tufillo a fracaso en color de pasión latinomericanista. Se ve que los que se iban a ir a Europa ya tenían cambiados los pesos por Euros y la pegaron. El año pasado sí, ya se notaba la cara de decepción del que buscaba en las ruinas Quilmes los cuadros del Reina de Sofía. Ahí, en las ruinas, me contaron la historia de los Quilmes. La verdad que yo, ni idea, aunque la pregunta era obvia: si en la primaria y secundaria en los mapas que había que hacer siempre dibujábamos a los tipos esos en el noroeste, por qué mierda la localidad del conurbano tirando para el sur se llamaba Quilmes, y de ahí la birra, y de ahí el atletic club. Parece que los Quilmes le hicieron el aguante bastante heróicamente al invasor, que aguantaban, aguantaban y no me acuerdo si nos contaron que por hambre, sitiados en su montañita, fue que los sacaron como a ratas de su nicho o si fue que alguno de adentro se vendió por dos espejitos y promesas de gloria o de coger con la princesa. Cuestión que los españoles los terminan sacando a patadas de lugar y se los llevan a todos ataditos con cadenas caminando hasta Buenos Aires, que ya algo les iban a encontrar para hacer, supongo. Así que ahora de los Quilmes nos queda eso, el recuerdo de la épica, unas ruinas, el viaje encadenado a dar nombre a una localidad, un equipo de la B en la A o de la A en la B, y un agua turbia que queda acá mientras la birra rica es melancolía nacionalista embotellada yéndose para España.

Este año vacacionar es necesidad. Como empecé a laburar en este lugar en septiembre del año pasado, el verano pasado tuve apenas tres días para irme. Vi a mis amigos irse a Bolivia a hacer el viaje que habíamos planeado. Los vi juntarse en mi trabajo, saludarme, irse. Este año los países más devaluados que el nuestro se acabaron y cruzar fronteras es sufrir el billete en sintonía con la política del Banco Central. Viejo Remes Lenicov y la puta que te parió. Habría que escribir el "Elige tu propia aventura" de la economía nacional. ¿Todos los finales serían quince años con la tríada Cavallo-Remes-Lavagna, y el Banco Central, el Fondo y la A.B.A. y la U.I.A. serían siempre escenografía obligada? Y el narrador sería el editor de Clarín. Después, claro, a elegir entre si hay final con dipuprogre gritando en el Congreso indignado por la ley que se acaba de votar, si hay marcha, si hay tele, si hay piquete o si se hacen prácticas de intervención urbana denunciando la realidad que todos conocen. La vida, hoy, mi amor, se mide en dólares, aunque los que saben miren a Alemania y a Surasia y junten euros jugando al Invatible con Susana. Inglaterra, siempre, con la libra ahí arriba, pero acá la vida se mide en dólares, se paga en pesos y vos valés ahora un tercio de lo que antes. Pero está todo bien, ¿no?, hay más trabajo y un toco de felicidad blanquiceleste para distribuir. Los turistas noruegos son pintitas de alegría amarilla decorando la ciudad. En San Telmo un amigo vende en yenes humedad porteña enfrascada. Pero qué mierda, quién te quita el placer de milonguear toda la noche de un jueves con una austríaca, ¿eh? Y ahí tenés final feliz, sobreviviste, tu sueldo ahora es la mitad de la cerveza que era antes, por no hablar de libros o de un depto, pero bailás con la rubia tetona y no como en el otro final del libro en que te mata la cana en una corrida o que te caes del tren o te pega un tiro tu vecino porque pensaba que le ibas a robar las masetas que decoran la reja de la ventana que da a la calle.

Las cuatro. Ya fiché. El día se me abre de posibilidades. Vacacionar es necesidad. Verano de fronteras caras de cruzar, Buenos Aires parece ser la opción más pilas: aunque los bares y la noche hayan aumentado, aunque ya no exista el chori a un peso en ningún lado, Buenos Aires parece ser opción. Microturismo conformista a un camping en Chascomús y una casita en la costa que te presta un tíoabuelo y no te podés quejar. Hasta salen bien esas cosas. Generalmente.

4 Comments:

Blogger Oslobo said...

Vivo en un mar de pintitas amarilas, donde la cerveza sale 50 coronas y las rubias andan escondiendo las tetas porque hace frio. Gano suficiente como para comprarme una computadora e irme de vacaciones a "syden"*, pero no puedo pagar una pizza decente. Ni invitar una noche de cerveza a nadie, ni comer afuera, ni ir al cine. Ni comprar vodka, ni aquevit, ni carne de vaca (VACA VACA, no ternero, ni cerdo, ni oveja. VACA) Ni hacer miniturismo local por los fiordos. No puedo importarme libros en español que me interesen, ni ir al teatro. No puedo tomar un taxi, ni pedir vino en un pub.
Los amarillitos bonitos emigran por algo. Después regresan y van en esquís, que es gratis.


*Syden: Literalmente "el sur". Cualquier espacio geográfico situado al sur de la península escandinava.

3:21 p. m.  
Blogger paula p said...

la unica cerveza sin conservantes es la isenbeck. mi amigo florian de baviera cuneta que ellos desde 1904 tiene la ley de la pureza de malta, lupulo, cebada y levadura. vacaciones en berlin.

11:26 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

"Compro tabaco, compro libros. Soy adicto".
Qué bueno es reconocerme en esas adicciones... Me siento menos sólo...

2:20 p. m.  
Blogger marina k said...

S.
Muy bueno tu relato. Muy bien tus adicciones y el silencio sobre otras adicciones.
Lo mejor: nadar en el mar de posibilidades que se abre después de las cuatro, cinco de la tarde, no?
Volvió el tono Hernaiz. Estoy contenta.

4:06 p. m.  

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