Monumental
(Notas sobre la Presentación de Vamos con esas imágenes de Rodolfo Edwards.)
Por Obelix
En la entrada del local, un puesto de Eloísa Cartonera. Uno de sus directores corretea mujeres, niñas y cualquier cosa que se le cruce. En un momento dado, director-degenerado me mira fijo (durante breves segundos) y decido ir a buscar algo para beber.
En la barra pido una cerveza de litro. Escuchan a Miguel Mateos. “Zás –pienso– prefiero al degenerado de adelante.” Bebemos con las señoritas de la Cartonera, muy bonitas ellas. Una me dice en secreto: “este muchacho es tremendo, nosotras, calzón de lata”.
El público empieza a llegar. También llegan amigos. Cae un muñeco y pregunta a los gritos: “¿Llegó Tarufeti de Crónica?”. Director-degenerado (sin abrir la boca) le aplica un directo en la zona hepática. Muñeco cae y las señoritas de la Cartonera (bien entrenadas ellas) le entran a patear la cabeza. Después camuflan el cadáver entre los libros. Parece que quieren largar una edición llamada Hannibal Lecter. “El cartón pasó de moda” me explica director-degenerado.
La presentación está por comenzar y nos ubicamos a un costado. Mi amigo de Boedo me dice: hay que estar preparados para rajar. No le pido detalles. En escena un transformista. Hace muecas y caras. Aparece un hombre, Edwards, alcanzo a escuchar. Transformista se pone en cuatro patas, Edwards se baja los pantalones, primera demostración de sexo explícito de la noche.
La performance continua, todo da un poco de miedo, hay música, vestuarios, actores y demás. En un momento dado, fuegos artificiales. Vamos a arder, imágenes de infierno atraviesan mi mente. Del techo cuelga una jaula. Dentro, un sujeto amordazado. Se aferra a los barrotes e intenta hablar, la mordaza está firme. Me cuesta un poco identificarlo: es Saccomano. Edwards hace una señal, y en escena, un tigre blanco. Tigre está medio cansado, Edwards látigo en mano lo anima. “Vamos Tom, Vamos Tom” le grita. Asistente abre jaula y Saccomano intenta huir. El tigre es veloz. Director-degenerado recoge lo poco que queda, vuelve y repite: “El cartón ya fue”.
La parte seria: Director-degenerado lee unas poesías bonitas. Leé muy bien. A su lado una señora. Cuando es el turno de señora, la cara de director-degenerado sufre transformaciones. El discurso de señora es largo, me hace acordar a la Pontirolli (la de química) y a sus discursos sobre Sarmiento y esas cosas. Director-degenerado pierde la paciencia y le aplica un revés-correctivo, labio destrozado. “Caramba, por fin se va a callar” pienso. Nada de eso, señora sigue como si nada. El orgullo femenino la empuja.
Vuelve Edwards a escena, leé unos poemas, el tipo es un genio, y de repente hay una suelta de pollitos. Pollitos por todos lados, corretean. Edwards, se pone de pie y los empieza a perseguir. Los pollitos son veloces, pero Edwards está en forma, y alcanza a uno de ellos. “Por favor, los pollitos no” pienso. Con sus dientes Edwards le arranca a pollito la cabeza. El rostro de Edwards, empapado de sangre y una risa diabólica que no para. Decido esperar afuera.
Vamos con un montón de gente a comer. Mi amigo de Boedo, mi amigo interpretador y yo nos ubicamos en una mesa. Las chicas se nos acercan. Al final, después de un remolino de gente que entra y sale, Pontirolli (la crítica literaria del momento) y una secuaz nos hacen compañía. Pontirolli me mira, hace risitas. “Pontirolli –le digo– dame un beso, hace un tiempo en una reunión en la calle Pueyrredón te vi con un vestidito hindú y no me lo pude sacar de la cabeza.” Pontirolli, me empieza a acariciar por debajo de la mesa. Trato de no mirarle la cara, el revés de director-degenrado dejó secuelas (calculo que permanentes).
Bebemos y comemos unas empanadas. Cuando estamos a punto caramelo, partimos. Una noche fuerte. Edwards, ¡esperamos ansiosos su próxima performance!
Por Obelix
En la entrada del local, un puesto de Eloísa Cartonera. Uno de sus directores corretea mujeres, niñas y cualquier cosa que se le cruce. En un momento dado, director-degenerado me mira fijo (durante breves segundos) y decido ir a buscar algo para beber.
En la barra pido una cerveza de litro. Escuchan a Miguel Mateos. “Zás –pienso– prefiero al degenerado de adelante.” Bebemos con las señoritas de la Cartonera, muy bonitas ellas. Una me dice en secreto: “este muchacho es tremendo, nosotras, calzón de lata”.
El público empieza a llegar. También llegan amigos. Cae un muñeco y pregunta a los gritos: “¿Llegó Tarufeti de Crónica?”. Director-degenerado (sin abrir la boca) le aplica un directo en la zona hepática. Muñeco cae y las señoritas de la Cartonera (bien entrenadas ellas) le entran a patear la cabeza. Después camuflan el cadáver entre los libros. Parece que quieren largar una edición llamada Hannibal Lecter. “El cartón pasó de moda” me explica director-degenerado.
La presentación está por comenzar y nos ubicamos a un costado. Mi amigo de Boedo me dice: hay que estar preparados para rajar. No le pido detalles. En escena un transformista. Hace muecas y caras. Aparece un hombre, Edwards, alcanzo a escuchar. Transformista se pone en cuatro patas, Edwards se baja los pantalones, primera demostración de sexo explícito de la noche.
La performance continua, todo da un poco de miedo, hay música, vestuarios, actores y demás. En un momento dado, fuegos artificiales. Vamos a arder, imágenes de infierno atraviesan mi mente. Del techo cuelga una jaula. Dentro, un sujeto amordazado. Se aferra a los barrotes e intenta hablar, la mordaza está firme. Me cuesta un poco identificarlo: es Saccomano. Edwards hace una señal, y en escena, un tigre blanco. Tigre está medio cansado, Edwards látigo en mano lo anima. “Vamos Tom, Vamos Tom” le grita. Asistente abre jaula y Saccomano intenta huir. El tigre es veloz. Director-degenerado recoge lo poco que queda, vuelve y repite: “El cartón ya fue”.
La parte seria: Director-degenerado lee unas poesías bonitas. Leé muy bien. A su lado una señora. Cuando es el turno de señora, la cara de director-degenerado sufre transformaciones. El discurso de señora es largo, me hace acordar a la Pontirolli (la de química) y a sus discursos sobre Sarmiento y esas cosas. Director-degenerado pierde la paciencia y le aplica un revés-correctivo, labio destrozado. “Caramba, por fin se va a callar” pienso. Nada de eso, señora sigue como si nada. El orgullo femenino la empuja.
Vuelve Edwards a escena, leé unos poemas, el tipo es un genio, y de repente hay una suelta de pollitos. Pollitos por todos lados, corretean. Edwards, se pone de pie y los empieza a perseguir. Los pollitos son veloces, pero Edwards está en forma, y alcanza a uno de ellos. “Por favor, los pollitos no” pienso. Con sus dientes Edwards le arranca a pollito la cabeza. El rostro de Edwards, empapado de sangre y una risa diabólica que no para. Decido esperar afuera.
Vamos con un montón de gente a comer. Mi amigo de Boedo, mi amigo interpretador y yo nos ubicamos en una mesa. Las chicas se nos acercan. Al final, después de un remolino de gente que entra y sale, Pontirolli (la crítica literaria del momento) y una secuaz nos hacen compañía. Pontirolli me mira, hace risitas. “Pontirolli –le digo– dame un beso, hace un tiempo en una reunión en la calle Pueyrredón te vi con un vestidito hindú y no me lo pude sacar de la cabeza.” Pontirolli, me empieza a acariciar por debajo de la mesa. Trato de no mirarle la cara, el revés de director-degenrado dejó secuelas (calculo que permanentes).
Bebemos y comemos unas empanadas. Cuando estamos a punto caramelo, partimos. Una noche fuerte. Edwards, ¡esperamos ansiosos su próxima performance!
6 Comments:
Muchas gracias Casla por introducirme al mundo Edwards.
PD: Muchas gracias Pontirolli, Casla y Obelix por hacerme pasar una noche tan agradable.
¡Hola, soy el titiritero de qqrto, el que lo hace avanzar!. Siempre estoy detrás de él sosteniendo una caña de pescar que tiene en el anzuelo un corpiño el cual debe estar -milimétricamente- a la altura de su hocico. De esta manera -como la zanahoria con el conejo- consigo que este gorilón se mueva de aquì para allá. Si me quieren conocer les puedo dar un reportaje para el Remisero!
Dale, venite, así te rompemos el culo a pijazos.
Mi amiga Anita Garpentutti me dijo que iba a ir a la presentación, pero al final no pudo. Menos mal, porque odia que se desperdicie la comida, y más los pollitos, futuros acróbatas del spiedo.
Y no saben lo que pasò despuès...Edwards y el tranformista fueron invitados por la Noi, Julieta Ortega e Ivàn Nob le a una partusa en el baño del Britànico.
Publicar un comentario
<< Home