lunes, agosto 29, 2005

Cascadas

Por Hernán Acteón


A mi banco confluyen los sonidos de la cascada "Velo de la Novia". Estamos en uno de los descansos de la ascensión, y me senté a escribir mis impresiones. Frente a mí, se disparan hacia el cielo los coihues espigados y finos, formando una medialuna de sombra con su follaje. A mi derecha un lazo de la cascada, de pena poco pronunciada. A mi izquierda, una cascada más delgada, saltarina desde muy alto, zigzagueando las piedras llenas de verdín y musgo, entre plantas y arbustos. A mi espalda, un poco más allá, almuerzan dos europeos sentados a una mesa rústica, similar a la mía, de tablones desiguales y oscuros. Desde arriba, el sol oscilante entre nubes: cascada de luz. Abajo la nutricia espera de la tierra. Soy una brújula, y mi línea escrituraria, persigue imantada un Norte incognocible. Esto es Puerto de Peulla, Chile, muy cerca del límite con mi país y volviendo a él, luego de haber surcado el Lago Todos los Santos.

No hay nada más sutil, luminoso y soporífero que la influencia de las cascadas. Parece una concurrencia de voces cantantes. "Solo me embruja el rumor del agua". Pero es un embrujo calmo y placentero, instándonos a su persecución, desde el fin hasta el principio del manantial. ¿De dónde surge esa magia? La mano se ahueca como un cántaro, los oídos se despliegan temblando como si le hablasen en una lengua olvidada. La boca se entreabre, urgida de beberla y saborearla. ¿De dónde surge esa magia? Porque brota y no cesa. Y aún en su difícil contención, su cambiante forma, nos necesita desplegados de abrazos y erosiones, deteniendo los relojes: nuestros músculos tijera.

Pero el embrujo del instante, de los fugaz, es poderoso.

Fotografías, instantáneas, poses triviales de estatuas enclavadas al momento que huye como mariposas alfileteadas. O simplemente, apresar el movimiento en las cámaras de vídeo. Comprar souvenirs para traer de aquel sueño, nuestra flor de Coleridge. No menos elegíaca, es el agua de esa cascada que se bebe y muere, que aquella flor amarilla rescatada del mundo impermeable de los sueños.

Ayer, mientras terminaba mi carta a la familia, sentado sobre el borde de la rambla en la costanera de Puerto Montt, y cerrando mi meditado elogio a la gente de este otro sur, escuché que una niña (luego de un pequeño viaje inercial), acompañada de su madre y su hermana, me decía: "tu letra es muy linda." Para cuando levanté la vista, ya se habían alejado uno o dos metros en la trayectoria de su paseo. Y ahí recién le di las gracias, un tanto enternecido y otro tanto deslumbrado.

Su pequeño mensaje, fue una flecha surcando cortezas duras de aire y buenas maneras. Su vibración indicó en mi aturdimiento reconcentrado, que había observado a través de mis ojos: mi elogio, su elogio, mi vista concentrada en la escritura; y rodeándonos: un mar, barcos pesqueros, un cielo atardecido, una brisa fría y viva. Un alfiler en el instante de la plena resonancia, un abanico de ondas sensitivas que demoraron mi respuesta. Nótese como en medio de esa vibración, tuve que rescatar ese instante que me vino demorado (como la luz de las estrellas extintas), como tuve que bracear para contestarlo y no dejarlo zozobrar en un naufragio que Dios nos ha impuesto entre nuestros tratos.

Ahora, una señora (a quien no conozco pero viaja en el mismo bus), se ha echado a dormir, a lo largo, en el otro banco de mi mesa. Parece escuchar atentamente los cantares de las cascadas confluentes. A mí me parece que, colándose misteriosas (para ella, que me ha visto y sabe que escribo junto a ella), le llegan los roces y secretos de estas líneas. Me siento un cuentacuentos para hacerla dormir. Es extraña y tal vez mágica la densidad de este medio de transferencia (como si la cascada amplificase y transmitiese la escritura.) Hasta parece, que bastará que yo escriba: "colorín colorado este cuento se ha acabado" para que se levante, bostece sonriendo y vuelva a esta travesía de hombres efímeros. Y es cierto: su familia la ha venido a despertar.

Ya casi es hora de reanudar el viaje (secreto: su hijita ha desplegado su agenda Garfield imitando mi discurrir en la cascada).


(De Cuaderno de Viaje por el Sur de Chile y Argentina)


Hernán Acteón administra www.acteondural.blogspot.com

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sábado, agosto 27, 2005

Fútbol

Por Obelix

Hace poco fui a jugar al fútbol. Me invitó Rex. Rex y sus amigos juegan todos los martes. La cosa fue que faltaba gente y Rex, un muchacho con ímpetu, recorrió las canchitas y volvió con cuatro sujetos. Entonces éramos diez, cinco contra cinco.

En un momento dado, Rex organizó una ronda, yo estaba un poco alejado. Cuando me di cuenta que estaban haciendo un sorteo para ver cuál de nosotros pasaba para el otro lado. "Yo voy" les dije.

En fútbol, las cosas son simples. En seguida te das cuenta quién sabe jugar, cuál es morfón, el que pone huevos, etc. Empezó el partido. Uno de mis compañeros, el peor del equipo, nos daba instrucciones. Yo soy un jugador que evita los movimientos innecesarios, me gusta correr, pasar la pelota al pie, marcar, a veces hago goles. La tercera vez que jugador-paquete-hablador me dio instrucciones, le dije “Jugá y calláte la boca, no me hables más.” Me miró sorprendido y se quedó mudo. No volvió a abrir la boca. Como venganza, agarraba la pelota, intentaba eludir a todos los rivales y después pateaba al arco. Esta jugadita la hizo unas veinticinco veces. Logró un gol. De todas formas, no consiguió arruinar todo. El resto de mis compañeros jugaba en equipo, nos pasamos la pelota al ras, hicimos paredes y les terminamos dando una buena paliza.

Hay gente a la que le gusta hablar, te dice cómo hay que hacer las cosas, te da consejos, te dice, eso está mal. Es la misma gente que leé blogs y manda comentarios no-constructivos, son los que se la pasan hablando de política, los que hacen todo tipo de clasificaciones, tal es de tal partido político, tal vive en tal barrio, y esa es la guía que tienen para decir si una cosa es buena o es una mierda.

Por mi parte, no me meto con nadie. Si voy al cine y la película no me gusta, me paro y me voy a casa a escuchar música. Creo que es simple, como en el fútbol, me la das al pie y te la devuelvo tratando de hacer una pared.

El escritor y los otros

Por Juan Terranova

Sartre dijo, en Huis Clos, que el infierno eran los otros. Es una frase importante, citada hasta el hartazgo. El infierno son los otros.

Chomsky, un intelectual norteamericano de izquierda, un tipo que salta, escuchen bien, de la lingüística a la denuncia política, le respondió lo previsible, diciéndole que no, que el infierno es uno mismo.

Es la respuesta obvia, la respuesta esperable. A mí no me convence. Podría llegar a estar de acuerdo si Rimbaud no hubiera formulado, hace ya casi ciento cincuenta años, otra frase, la que contiene, anuncia y también ilumina las palabras de Sartre: yo soy un otro.

Quizás Chomsky sea el infierno de sí mismo. Eso casi no lo dudo. Insisto, un intelectual norteamericano de izquierda, entre la lingüística y la denuncia política. Pero si el infierno es uno mismo, ya está. Cierren todo. Porque, literalmente, toda la carne ya está en el asador. La frase de Sartre, creo, es más compleja, más ambigua, más interesante de revisar. Sartre insinúa, entre otras cosas, que es posible zafar del horno.

¿Quiénes son “los otros”? Empecemos por decir que los otros no son “lo otro”. “Los otros” no son los indios del amazonas, los vietnamitas, los japoneses, los cabecitas negras, los marcianos, los piqueteros. Esos son “lo otro”. Muy por el contrario, “los otros” son algo que se parece bastante a nosotros, a uno mismo. De hecho, la palabra “nosotros” los contiene. Una de las interpretaciones posibles de la frase de Sartre, y para mí no es la menos importante, es que “los otros” son los otros escritores, los otros filósofos, los otros intelectuales, los otros periodistas. En definitiva, los que son como uno, pero no son uno.

Hemingway, en una serie de consejos atendibles, dijo cosas muy puntuales sobre este asunto: “Los escritores deberían trabajar solos. Deberían verse sólo una vez terminadas sus obras, y aun entonces, no con demasiada frecuencia. Si no, se vuelven como los escritores de Nueva York. Como lombrices de tierra dentro de una botella, tratando de nutrirse a partir del contacto entre ellos y de la botella. A veces la botella tiene forma artística, a veces económica, a veces económico-religiosa. Pero una vez que están en la botella, se quedan allí. Se sienten solos afuera de la botella. No quieren sentirse solos. Les da miedo estar solos en sus creencias...”

El párrafo dice mucho, pero lo que queda más claro es que si caés en la botella, fuiste. Un escritor necesariamente tiene que aprender a estar solo.

Ahora bien, esto no quiere decir que la soledad sea algo grandioso. La soledad no buscada, sobre todo, es mala para cualquiera. Aparte, escribir implica aprender a leer, y para aprender a leer, como dijo Hegel, hay que intentar ser contemporáneo de uno mismo.

En soledad es más difícil aprender a leer. Y en la lectura, y en compartir lecturas, creo, está la clave. Un escritor que no lee o que no pone en funcionamiento lo que aprendió en sus lecturas (consciente o inconscientemente) es muy probable que escriba cosas malas.

En una carta que Vicent van Gogh, un gran solitario, le escribe a su hermano Teo desde Ámsterdam el 3 de abril de 1878 encuentro la mejor respuesta a este dilema: “A veces conviene ir hacia el mundo y frecuentar los hombres porque uno se siente allí obligado y llamado, pero el que prefiere permanecer solo y tranquilo en su obra y tiene sólo pocos y buenos amigos es el que circula con más seguridad entre los hombres y el mundo.”

viernes, agosto 26, 2005

Emmeline Grangerford

Por Juan Incardona

En ese libro genial titulado Las aventuras de Huckleberry Finn, Mark Twain presenta a un personaje infantil muy tierno, aunque misterioso: una niña que aún no había cumplido los catorce años y que era aficionada hondamente a la poesía. Su nombre era Emmeline Grangerford y era capaz de escribir poemas sobre cualquier cosa, pero con una salvedad: tenía que tratarse de temas tristes.

Para inspirarse coleccionaba recortes de necrológicas y accidentes y los pegaba en un álbum. Mientras vivió, Emmeline adquirió cierta popularidad, pues, cada vez que alguien moría, aparecía en el velorio, aunque no conociera al difunto, y allí componía rápidamente un poema que denominaba “homenaje”, que luego recitaba.

“Cada vez que moría un hombre, o moría una mujer, o moría un niño, aparecía ella con su “homenaje” antes de que se enfriara el muerto. (...) Los vecinos decían que primero llegaba el médico, luego Emmeline, y más tarde la funeraria...”

Yo la conocí, en San Justo, promediando la década del 80. Fue una experiencia verdaderamente bizarra. Les cuento.

En aquella época realizaba, junto a mis amigos, varias actividades comunitarias en mi barrio. Trabajábamos con diferentes instituciones, como la Sociedad de Fomento, la escuela 137, la parroquia Sagrado Corazón, los Scouts, etc. Una buena parte de los alimentos que administrábamos la conseguíamos a través del peronismo. Ya sea en la Municipalidad, ya en alguna Unidad Básica, la mayoría de nosotros tenía relaciones con militantes y punteros. Y para que te den, tenés que dar algo a cambio. Y en La Matanza eso significa poner el cuerpo.

En una oportunidad, fuimos a la Municipalidad que está en Ugarte y Caaguazú, en Villa Celina, y pedimos una buena cantidad de alimentos para un campamento que estábamos organizando. Tuvimos que ir tres pibes a San Justo, una tarde, a unos galpones del Partido Justicialista donde laburaba un montón de gente. Recuerdo que estaban en plena campaña. Nos dijeron que “lo nuestro” iba a llegar más tarde, tipo ocho, así que teníamos que hacer tiempo. Rápidamente nos engancharon para ir a pegar carteles. No podíamos negarnos. Nos subieron a una camioneta junto a otros dos muchachos y empezamos la recorrida por todo San Justo.

Después de tres horas de trabajo, el chofer, un tipo bastante simpático, para la camioneta, baja, y nos dice que tenía que pasar por un velorio, que por favor lo acompañáramos, que eran cinco minutos, que tenía que saludar a no sé qué pariente del finado. Todos quedamos estupefactos. El tipo insistió tanto que, al final, aceptamos, aunque le remarcamos que tenía que ser algo breve. Sí, sí, no se preocupen, nos repetía, es un toque. Nuestro viaje pegaba este giro increíble. Se hacía de noche y nosotros yendo a un velorio y todavía teníamos que ir a buscar los alimentos que nos habían prometido. Llegamos. El chofer, Tito creo que le decían, nos insistió para que entráramos.

Parece que teníamos que hacer bulto, no sé por qué. Hay una escena de la película Esperando la carroza que parece sacada de aquel día. Apenas entramos, Tito se encontró con su amigo y empezaron a charlar. Mis compañeros y yo nos sentamos y esperamos. Había poca gente y mucho silencio. Repentinamente, una nena se puso de pie, desplegó una hojita y, sin preámbulo de ninguna clase, empezó a leer un poema junto al cajón. Quedé impresionado. Todos los que estábamos allí, supongo. Y me dio mucha tristeza, aunque la nena no lloró ni demostró estar apenada, sólo leía, con mucha solemnidad, su poema. Lo primero que pensé, evidentemente, es que el muerto era un ser querido de la nenita, tal vez el abuelo, quién sabe. Pero no, porque cuando nos fuimos, Tito nos contó que, hablando con su amigo, éste le dijo que no tenía idea de quién era esa nena ni por qué estaba leyendo eso. Increíble y bastante aterrador. Nos despedimos y volvimos a los galpones del Partido. Al final nos dieron los alimentos y bastante tarde volvimos a Celina.

No sé qué habrá sido de aquella Emmeline bonaerense. Si aún vive, ya debe estar cerca de los treinta. La imagino, ahora, en alguna casa de La Tablada, de Aldo Bonzi, de Ciudad Evita, leyendo sus homenajes a hombres caídos en desgracia.

miércoles, agosto 24, 2005

El cuestionario como un viaje de ida (7)

Hoy responde Obelix
1. ¿Qué está leyendo en este momento?
Bukowski en Peleando a la Contra, una recopilación de relatos, poesías y fragmentos de novelas. Me lo prestó un amigo. También leo algunos blogs.

2. ¿Qué cosas lo inspiran?
No sé si hay cosas específicas que me inspiran. Pero cuando viene el impulso, tengo que prender la máquina y darle hasta terminar. Muchas veces empiezo a escribir sin tener pensado sobre qué voy a escribir.

3. ¿Cuáles son sus obsesiones y sus temas favoritos?
Soy bastante obsesivo con la puntualidad. Mi tema favorito son las cosas que veo durante el día. En uno de los poemas que hay en este libro de Bukowski, cuenta que iba en un colectivo, varios días de viaje. En una parada, bajan a un bar y ve algo que sucede adentro, algo que le llama la atención, no recuerdo qué. De vuelta en el colectivo Bukowski dice que los demás pasajeros hablaban de otras cosas, o leían o intentaban dormir. Ellos no habían percibido la magia, dice Bukowski. Intuyo que yo sí la hubiese percibido.

4. ¿Ha recibido algún premio? ¿Qué se siente?
En el colegio me dieron el premio al mejor deportista, en séptimo grado y en quinto año. Me dieron unos trofeos (de plástico) horribles. Los tuve un tiempo y después los tiré. Me gustó ser el mejor deportista.

5. ¿A qué hora del día escribe y dónde?
En general escribo en la computadora de casa, a la noche. Pero no siempre es así. A veces me levanto a las 3 de la mañana y escribo. Otras, antes de ir a trabajar y otras, cuando tengo que hacer tiempo, en un locutorio o en el trabajo, por ejemplo. Cuando viajo a algún lado llevo un cuaderno y tomo notas.

6. ¿Qué sitios de la web visita con más frecuencia?
Lo que más visito son blogs.
También http://www.elinterpretador.net/ y los diarios.

7. ¿La literatura tiene sentido más allá del narcisimo? ¿Por qué?
Leo desde chico y escribo desde hace poco tiempo. Ahora, escribir me gusta tanto como leer. Espero haber respondido a la pregunta.

1

Por Natalia Calzon Flores


Yendo por avenida córdoba,

antes de cruzar maipú
veo un hombre
que abre los brazos como si tratara
de cortar el paso de alguien
que viniera
caminando atrás.

Pero no,
es a mí a quien quiere.
Me indaga desde el azul de sus ojos de viejo demente
me dice, ¿cuál es la medida de un ángulo recto?
Mirando al suelo contesto:
noventa grados.

Levanta uno de sus brazos extendidos como barrera
me indica que puedo continuar avanzando.
Cada uno sigue en direcciones contrarias,
ninguno de los dos dio vuelta la cabeza.


Natalia Calzon Flores nació en Bs. As. en 1978 y publicó el libro de poemas María de los Dolores (Ed. Aurelia Rivera, 2002)

martes, agosto 23, 2005

En la ciudad infernal

Por Fabián Casas
Osvaldo Aguirre, un poeta amigo que trabaja en el diario La Capital de Rosario, me pidió que le mandara para la sección de cultura, la recomendación de una novela. Yo mandé esto:

¿Alguna vez les pasó estar leyendo un libro y, de golpe, capturado por un párrafo genial, levantar la vista al cielo –no sé por qué pienso que los escritores buenos que están muertos nos miran desde ahí- para decirle al autor frases como: “esto es genial, viejo”, “la pusiste en el ángulo”. A mí me pasó esto con, por ejemplo, Viaje al fin de la noche, de Celine. Y ahora me está pasando lo mismo con 2666 la novela póstuma de Roberto Bolaño.

Bolaño, un autor que al principio me pareció demasiado cortazariano, un autor que no me convenció del todo con Los detectives salvajes pero que la dejó chiquita con Estrella distante, una novela genial con un personaje memorable cruza de Alfredo Astiz y Raúl Zurita.
Y ahora 2666. Un libro inmenso de más de mil páginas con trancos memorables de narración. Todavía no lo terminé, no quiero que termine. La montaña mágica queda en Santa Teresa, una ciudad imaginaria tras la cual se oculta Ciudad Juarez, la ciudad real de México donde las mujeres son asesinadas como moscas. Roberto Bolaño está muerto pero, como escribió Auden: “El tiempo, que sabe escribir, perdona a los que escriben bien”.

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domingo, agosto 21, 2005

Hilos

Por Obelix
Hace un tiempo fui a un cumpleaños. Siempre me gustaron esas reuniones donde se bebe, se fuma, se ríe y a veces hasta se baila. El dueño de casa tenía una especie de muñequera de cuero. La miré un poco, parecía de esas cosas medievales, las que se ponían para que el halcón no los lastimara cuando volvía de cazar algún bicho.
La cuestión es que en una de las idas y vueltas tipo-medieval y yo nos pusimos a charlar. Tipo-medieval me contó que en el laburo entraba a una página de Internet donde había una radio. La radio tenía una programación especial. Cada día elegían un título y las canciones que pasaban tenían que ver con ese título. No recuerdo los ejemplos.

— Las canciones que ponen están relacionadas —me dijo tipo-medieval—. Vos las escuchás y pensás: pero esto con esto otro no tiene nada que ver...Y pasa un rato y después te das cuenta que tienen todo que ver. De alguna manera tienen todo que ver...
— Esos tipos la tienen clara— concluyó tipo-medieval.

Puede que esa noche yo no haya estado al 100%. Nunca me acordé qué página era y tampoco me preocupé en encontrarla. Pero sí me acuerdo de tipo-medieval y su fascinación ante los hilos invisibles. A mí también me gustan los hilos invisibles, como los hilos que empiezo a ver en esta remisería. Salud.

sábado, agosto 20, 2005

Nick Cave y San Marcos

Por Juan Terranova

Hace un tiempo compré, por tres pesos en una librería de saldos de Primera Junta, el Evangelio según San Marcos. El librito, publicado por Muchnick en una colección de nombre La Biblia laica, no llegaba a las setenta páginas y era bastante excéntrico. La primera nota, titulada La Biblia del oso, contaba que la traducción que el lector tenía en sus manos había sido realizada por Casiodoro de Reina, un jerónimo sevillano de la Cartuja de San Isidro del Campo que tuvo que huir de la Inquisición y refugiarse en la Reforma.

En 1569, después de diez años de peregrinaje que lo llevaron de Ginebra a Londres y de Strasburgo a Francfort, Casiodoro completó su trabajo. Se trataba de la primera versión completa de la Biblia en español realizada de sus originales hebreo y griego. Para facilitar su entrada en España, el monje omitió su nombre de la primera y muy modesta edición de mil cien ejemplares, así que los lectores comenzaron a identificar el libro con el logotipo del imprentero: un oso comiendo un panal de abejas. De allí que se la conozca como la Biblia del Oso.

Pero la prosa de Casiodoro, sólida y directa, ideal para recoger las rudas y simples palabras de Marcos, no era lo más curioso. El libro traía un prólogo de Nick Cave. Sí, el rockero oscuro, el músico fetiche de Wenders y el centro indiscutible de Nick Cave and the bad seeds. Yo sabía que, a principios de los noventa, había publicado una novela titulada Y el asno vio al ángel, así que la cosa no sonaba tan rara después de todo.

El prólogo es mucho más que una freakeada. Al principio Cave confiesa que, como todo joven punk, su primer acercamiento a la Biblia había sido con el Viejo Testamento. “Uno podía oler su aliento enloquecido, ver el humo amarillento que emanaba de sus muchas páginas, escuchar los acongojados gritos de desesperación”. Educado en la Iglesia Anglicana australiana, el músico veía a Cristo como alguien “sandio, pelmazo y blandengue”. Sin embargo, después de su paso por el coro de una iglesia de Wangarafta y ya bien entrado en la adolescencia trabó amistad con un párroco que le recomendó leer a Marcos.— ¿Por qué Marcos?— parece que preguntó Cave.—Porque es breve— parece que le respondió el párroco.Y así el músico vio la luz.

“El Evangelio según San Marcos –escribe Cave– se puede equiparar a un manojo de huesos en el que la información se muestra tan cruda, magra y dotada de nervio que la narración sufre de una melancolía cimentada en la ausencia.”

Escrito cerca del año 70 de nuestra era, éste Evangelio es el más viejo. Probablemente Marcos no tuviera una instrucción muy acabada y su escritura estaba dedicada a cristianos que llegaban del paganismo y no conocían las costumbres judías. De allí que su estilo sea vivo y popular, esté lleno de espontaneidad y su lenguaje sea rudimentario y directo. Cave, por lo tanto, lee bien y cada una de sus observaciones, a veces maliciosas pero siempre refinadas, se vuelven interesantes y disparadoras.
“El Cristo que emerge de las páginas del Evangelio según San Marcos, atravesado por los caprichosos acontecimientos que configuraron su existencia, exhibía una urgencia y una intensidad que me resultaban irresistibles. Cristo me habló a través de su soledad, del peso de su muerte, de su furia dirigida a los mundanos, en definitiva, a través de su sufrimiento. Comprendí que había sido víctima de la falta de imaginación de la humanidad y que su tormento en la cruz tuvo por instrumento los clavos de una creatividad entumecida.”
Mi parte preferida de los Evangelios es el Sermón de la Montaña. Me gusta esa bajada de línea, esa vigorosa puesta al día de una ley vieja. Las palabras de Cristo suenan, en la montaña, exigentes y activas. Lejos de recomendar la resignación a los oprimidos o la pasividad frente al mal, son enérgicas y seguras. Marcos no recoge estas enseñanzas y por eso nunca terminé de reparar en su relato. De la mano de Cave, sin embargo, el rápido viaje de Marcos comenzó a interesarme. Comprendí que su alusión a la brevedad no era apenas una observación. Hay en ella una llamada a la agilidad, a lo práctico, a lo efectivo. La prosa de Marcos, traducida con ductilidad por Casiodoro, vuela liviana para siempre dar en el blanco. Casi como la letra de una buena canción.

jueves, agosto 18, 2005

El cuestionario como un viaje de ida (6)

Hoy responde Federico Falco.

1. ¿Qué está leyendo en este momento?
Soy un lector bastante desprolijo y obsesivo. Suelo leer muchas cosas y todas al mismo tiempo, tengan o no la más mínima relación entre sí. Leo salteado. No tengo drama en abandonar libros por la mitad, ni en empezarlos por la mitad. Pero, eso sí, hasta que no los he leído por completo no los acomodo en mi biblioteca. Esto significa que, mientras están en esa zona de duda que es la lectura a medias o el simple hojeado, dan vueltas por la casa, se amontonan sobre las mesas, o se pierden debajo de la cama. En este momento estoy leyendo los Diarios de Catherine Mansfield en una edición del Centro Editor de América Latina; Texto de Penélope, de Bernardo Schiavetta; Métodos, de Francis Ponge, en traducción de Silvio Mattoni; El Ansia y otros relatos, de Ingeborg Bachmann; Las cosas, de Georges Perec, Recordatorios, de Marguerite Yourcenar, un estudio sobre la poesía concreta brasilera de Gonzalo Aguilar y la última novela de P.D. James.
2. ¿Qué cosas lo inspiran?
La gente por la calle. Charlar con los viejos. Manejar, solo, por la ruta, camino a algún lugar, con la radio apagada y las ventanillas bajas. El campo. Algunas lecturas.
3. ¿Cuáles son sus obsesiones y temas favoritos?
Una de mis principales obsesiones es la diferencia entre lo real y lo representado. Dar cuenta de las cosas. La memoria. La pérdida de la memoria. El llano. El horizonte chato. La gente de mi pueblo: me obsesiona que en lo que escribo aparezcan cosas que en ningún lado aparecen pero que son las que efectivamente me rodean: chimangos y silos, el precio de la soja, conversaciones sobre plaguicidas, tractores, novillos, instrucciones para tejer un chal al crochet que se pasan por teléfono las viejas entre sí, el guadal. No es que quiera ser regionalista, pero ese tipo de cosas me llaman muchísimo la atención, a pesar de que las veo casi a diario.
4. ¿Ha recibido algún premio? ¿Qué se siente?
Sí, he recibido. Cuando es plata, se siente genial. Cuando es reconocimiento, se siente raro. Usualmente ese tipo de cosas lo obligan a uno a vestirse bien, a asistir a lugares serios, a saludar a gente que no conoce. No me suelo sentir cómodo.
5. ¿A qué hora del día escribe y dónde?
A la mañana, siempre a la mañana y sólo a la mañana. Cuando apenas me despierto es cuando más lúcido estoy. Así que me hago un café con leche y me siento en la compu. Escribo en casa. Cuando estoy en otros lugares - o en otras horas del día- tomo notas, dibujo en papelitos que después pierdo, describo rápidamente algún argumento. Pero escribir escribir, escribo a la mañana, temprano y en mi casa.

6. ¿Qué sitios de la web visita con más frecuencia?
No navego mucho. Diría que casi no navego. Si tengo que buscar algo específico, uso el Google.
7. ¿La literatura tiene sentido más allá del narcisismo? ¿Por qué?
Calculo que sí. Espero que sí. Pero la verdad, no sé. No quisiera caer en aquello de los poetas románticos, de que el autor es quien revincula a los pueblos con lo sagrado. Tampoco es que crea que es algo tan importante, ni la literatura, ni yo mismo o lo que escribo. En general, me gusta pensar que la literatura sirve para muchas cosas: para transmitir ideas, o visiones del mundo, para dar cuenta de cosas que si no se perderían o se olvidarían, etc. etc. etc. Pero sobre todo me gusta pensar que la literatura sirve para entretener al otro. Por ahí, como pensamiento, es medio naif, pero a mí me gusta pensarlo desde ese lugar: algo que no es tan importante, que entretiene, que da miedo, o alegría o goce (estético o del otro) y que está escrito para que otro, lejano o cercano, lo disfrute.
Federico Falco nació en 1977 en General Cabrera, Pcia. de Córdoba. Publicó 222 patitos (Editorial La Creciente, 2004) y 00 (Alción Editora, 2004). Vive y trabaja en Córdoba Capital.

El 80

Por Juan Incardona

Dicen que mi barrio se zarpa de jevi, eh!, y a mí me agarra la melancolía inversa y la macrófila, taana tataaata taana tataaata ahí van los maachos para cooonsumaar uuna hermoosa dotacioón vitaaal, superlooógico, la gilada siempre habla porque le gusta la sanata y nunca falta un poligriyo que repite el chamuyo en el diario, en la radio, en la tevé, que Celina está lleno de hampones, que los taxistas no te llevan, que el raterío te caretea en cada esquina, que a un guacho le hicieron las zapatillas y después le volaron el coco, que mataron a un remisero en Sarmiento con un destornillador, que un violín le metió no sé qué cosa en el ojete a una minita en la General Paz, que se pudrió todo en los boliblocks de Lugano, que se agarraron a piñas después de un partido en Urquiza y que a dos les comieron la jeta y les cobraron todo el viaje, que a un oligarca lo dejaron en pelotas y lo cagaron a palos para que tenga en la 2 de abril, ¡pero se mandan cualquiera, loco! ¡Tan policías son, tan policías!, te ponen cartel de chorro y te quieren tirar el fuerte abajo, pero yo te puedo batir la posta porque aunque me agarre la polimorfa y me haya quedado pegado, nadie puede dudar que Celina es la tierra de toda mi vida y que ahí crecí con los guachos y los mosquitos y entonces sé de que hablo cuando te hablo y escuchame si te cabe la verdad, no te ortibés y prestame atención, no es que sea engrupido ni me la crea, cantando sin descanso van a devorar te juro por mi vieja que éste es el paraíso, Villa Celina, el barrio más flashero, pero a nosotros nos persiguen, sí señor, nos persiguen. Te cuento una.

Primavera, día de semana, 5 de la tarde, tirado en mi pieza con el higo, la batata y la guitarra me moría de embole, así que agarré todo y me rajé, bajé la gleba y fui a ver si ya estaban parando los fumancheros de Barros Pasos y Giribone, y el rostro se comienza a afiebrar descubro, epicarpo escucho, dicogama me agarra, Gusano, Luis, Cocorocó y los Escobitas tirados en la vereda jugando a la nada con los ravioles y los porros, pero pará un poquito, fiestero, grupero, borracho, falopero, pelá la viola y el cancionero y empecemos el fogón para los pibes, PARA LOS PIBES, me repitió Gusano, poniéndose de pie. Cómo no, le contesté.

Empezamos a cantar Mucha tropa riendo en las calles con sus muecas rotas cromadas y al toque aparecen Ricky (primer baterista de Villanos) y Edu (bajista de Viejo Smocking, La guirnalda de Afrodita y Pachuco chicano) que habían escuchado los acordes desde sus casas y nos dicen que ahora vienen, que van a buscar a Tuta (guitarrista de Viejo Smocking y La guirnalda) y los instrumentos. Mientras, nosotros seguimos con la festichola íntima, mechando blues, rockanroll y alguna milonga, pero nos quieren barrer, nos quieren correr, y aparece la lancha con los cascos azules y nos relojean y uno nos dice pórtense bien, porque sino ya saben, y cómo no, cómo no, señor oficial, vaya tranquilo, le responde Gusano, y justamente caen Ricky, Edu y Tuta y se suman al concierto, y después Damián, Ariel y los pibes de Pocas Nueces, y el efecto dominó es imparable, y llegan Ale con Minesotta, Gabito con Baff, Dios Torrejón con Río Verde (después Callejeros), Pity y el Pollo con Viejas Locas, Santiago y los pibes del Uno, pibes de Perseverancia, el viejo Carlitos, etc., etc., etc., y a eso de las 9 de la noche estaban prácticamente todas las bandas del barrio y una multitud copaba Giribone entre Barros Pasos y Unanué. Un estallido musiquero, imprevisto, en cuatro horas. Tetra, birra, porro, ravioles, intoxicados sólo queríamos cantar y bailar en nuestro pueblito olvidado del sudoeste, puro amor al arte y al barrio, sin hacerle mal a nadie, todos metidos en la chupadora de una noche perfecta y repleta de estrellas.

Iban a traer el camión semi de los turcos Salomón para que las bandas toquen ahí, pero decidimos que la zapada colectiva era mucho mejor, y posta que lo era, una cosa de locos, bastante desafinada pero llena de poder, tirando Mis y Las como si fueran rayos, cerrando la noche con unas SI séptimas que te ponían los pelos de punta, las rollingas agitaban y los pibes se ponían como locos, había guitarras, armónicas, flautas, percusión de todo tipo, hasta un violín trajeron, una exquisitez.

Repiolas en el microquiste con la juventud nos metimos en el tubo musical y seguramente nos pasamos un poco de la raya con el bardo y la mamúa y lejos de hacerla de querusa nuestras estrofas se zarpaban de quilombo, pero qué pecado comete, qué ley infringe, qué piso ensucia quien practica la vida en todo su esplendor, en toda su libertad. Andá a explicárselo a ellos.

En el estaminal coreábamos un clásico nacional cuando un guacho, creo que fue el Chino, empieza a gritar desesperado: ¡El 80! ¡El 80!

Todos sabíamos de qué se trataba y rajemos dijo Remo y cagamos dijo Ramos a corregaser uno doli trili catoli quili quilete número siete que nos cagan a palos. No hubo tiempo de nada. Los coches de la línea 80, que tiene la terminal en Sarmiento, siempre fue usado por la Yuta de Recondo para las racias. En esta oportunidad, traían dos, escoltados por lanchas, patrulleros y motos. Se pudrió, todos contra la pared.

En el transcurso de mi vida presencié más de un acto de audacia: Tato Cogorno bancando solo al Maristas contra Lugano 1 y 2, Chorza y el Rosarino tocando la viola en el techo de un tren a toda velocidad, Javi nadando en el Riachuelo, y así varias más, pero la que hizo Gusano esa noche fue de película. Como a nosotros, lo tenían contra la pared. Resulta que, cuando lo empiezan a palpar, el chaboncito se retoba, se da vuelta y lo encara al policía; éste se queda perplejo y todavía no atina a nada. Entonces, Gusano, tomando la iniciativa, le dice qué me tocás el culo, mariposón, la reconcha de tu madre. Lo empuja y sale rajando. Varios ratis lo persiguen, pero Gusano, con una acrobacia descomunal, sobre todo teniendo en cuenta su cuerpo de flaco descarnado, salta el paredón de Luis y desaparece. La policía lo dejó, porque no podían entrar a la casa a la vista de todos sin una orden. Nos empezamos a cagar de la risa y ellos nos empezaron a cagar a palos. A mí me dieron un roscaso que me abrió la cabeza y tuvieron que darme cuatro puntos, que me cosieron recién al otro día, cuando nos soltaron. Esa noche, la pasamos en la gayola de Recondo.

Éramos un montón y estábamos hacinados, hechos mierda, a Javy le bajaron un diente, el Chavo se desmayó tres veces, Ricky tenía la cara llena de sangre. Pero igual seguimos con la musiquita y de querusa compusimos entre todos esta canción:

MIM LA7 MIM SI7 LA7 MIM SI7
Hoy debajo de las estrellas los pibes de Celina
Cantan, bailan, agitan vitaminas
Libres, felices en las ruinas
Aunque venga el 80
Aunque venga el 80.

miércoles, agosto 17, 2005

El cuestionario como un viaje de ida (5)

Hoy responde Rodrigo Terranova.

1. ¿Qué está leyendo en este momento?
“Macanudo 2”. La mejor tira que ofrecen los diarios argentinos, junto a la de Rep en Página/12. Habida cuenta de la obsolescencia gráfica e ideológica de Clemente, del agotamiento de Diógenes o Matías, a Liniers se lo sigue como a un jugador de talento caprichoso: capaz que hace una de más y la pierde cual perejil… pero si le llega a salir, ah, yo quiero estar ahí para gritar el gol.
“El limonero real”. En rigor, no lo estoy leyendo. Lo compré hace un par de días y aún no lo agarré. Pero el Saer de esos años es imbatible, me temo. No digo más, estoy en blog de escritores y los aburriría con mi provincianismo. Sería como esos que llegan a lo de un melómano terminal y le tiran en la cara “Fah, qué grosos los Beatles, loco!”

2.¿Qué cosas lo inspiran?
La forma en que hablan algunas personas. Hay gente que emplea el lenguaje de una manera fascinante, podría redactar su propio tratado de lingüística. Y no me refiero a neologismos, a veces son palabras muy frecuentes pero metidas en contextos que a mí me resultan disparatados, y por ende, abren asociaciones muy jugosas.
Me motiva sobremanera el matambre de cerdo.

3. ¿Cuáles son sus obsesiones y temas favoritos?
Me obsesiona el detalle. Eso no es un tema, ya sé. Para escribir hace falta abandonar el piloto automático: si se habla de una solterona que mira novelas, hay que estar sentado en el sillón de la vieja, hay que ver que ese sillón está a una determinada distancia de la pantalla porque la mujer tiene problemas en la vista (¿miopía? ¿cataratas?), que el único botón del control remoto que se ha gastado es el “mute” que la vieja usa para sacarle el volumen en las tandas. Porque es vieja pero no come vidrio, sabe usar el remote y no quiere que le vendan más nada.
Me obsesiona la cadena de detalles que desembocan en algo grande, Las pequeñas cosas a las que no se les da bola hasta que se combinan de alguna manera y te explotan en la cara. Como esos virus pedestres, que están años provocando alguna tos, algún estornudo, hasta que un día mutan. Mutan y matan un millón de personas ¿Muy pueril, lo que digo? Los Beatles son regrossos.

4. ¿Ha recibido algún premio? ¿Qué se siente?
Recibí premios, y considerando la carrera de ratas que es el mundo de la historieta (as far as I can tell), debo decir que en general se cumplió con lo estipulado en las bases. Habitante de una provincia alejada y huraña, siempre me resulta complicado asistir a ceremonias de premiación, pero fui al Festival Con Humor a River (noviembre de 2002) y merecí un pin y un libro con la historia del club sacando la Primera Mención en Humor Gráfico. Las distinciones que todos queríamos, las que entregaban guita, camisetas y plateas, quedaron en manos de profesionales reconocidos, amigos en el escándalo de otros profesionales reconocidos que integraban el jurado. Mientras ungían a Crist con el premio mayor, creí escuchar música, una canción de los siempre vigentes Status Quo. Después hubo seis bandejas de sandwiches de miga que no tuvieron ninguna chance ante la nutrida concurrencia, y el convite con una platea para ver River-Lanús. Allí compartí hamburguesa, Coca e imprecisas anécdotas futboleras con Angel Mosquito, acaso el mejor historietista argento de los últimos diez años. Perdimos el match 2 a 1, aunque yo me retiré en el entretiempo. Nunca me dieron el diploma.

Lejos, mi mejor recuerdo de un premio.

5. ¿A qué hora del día escribe y dónde?
Escribo en el trabajo, cuando baja la marea y me queda un rato libre. Directamente en el Word. Me interesa mucho ese resquicio, ese aprovechamiento particular de la estructura oficinesca. Hasta he dibujado en la oficina, aunque eso ya es más complicado, mi escritorio es angosto y traicionero… La mayor parte del dibujo la hago en casa, de noche. En el verano es un problema: la solitaria luz de mi tubo atrae a miles de bichos que aterrizan sobre mi calva, sobre la hoja, sobre la tinta fresca. Detesto el verano, y por ende voy en contra de la Historia. Lo que viene es el verano perpetuo, el trópico en Puerto Madryn. El invierno es ya un recuerdo excéntrico de la niñez, como los Sea Monkeys o Nicolaides.
No tengo tablero, uso una mesa de Agua Villavicencio, de las que traen al centro el agujero para la sombrilla. Impar trofeo de las épocas en que mi padre regenteaba un buffet, agrego.
Una de las grandes cosas de dibujar es que permite escuchar música simultáneamente. Al arrancar después de las 22hs, mis hijos duermen y el volumen es un problema, así que opto por songwriters acústicos: Richard Thompson, Bert Jansch, Bonnie Prince Billy… En las rarísimas tardes que puedo dibujar, le doy rienda suelta a Neil Young, Faust, Velvet, Pogues...

6. ¿Qué sitios de la web visita con más fercuencia?
Un día llegué al blog de Mal Elemento, y me quedé. También entro a fuckyoutiger, a passer-by, al cocinerosalvaje, a bonk, a papelcontinuo. Mis favoritos son los blogs de fútbol, deporte que no practico y cuyo folklore me irrita hasta la violencia: laredonda y enunabaldosa (este ultimo provocó una pequeña revolución entre amigos futboleros a los que se lo recomendé). Entré al blog de Majul hasta que advertí que no era en joda. Y ya que estamos, ¿porqué un tipo como Caparrós va al programa de Majul en Canal á y simula empatía frente a sus sandeces?

7. ¿La literatura tiene sentido más allá del narcicismo? ¿Por qué?
Yo veo el tema de afuera, pero me parece que los escritores tienen una obsesión con Narciso, el canon, dónde entran ellos, dónde sus amigos, cómo dejan afuera al que no se bancan o les cogió la novia…
La historieta es un terreno bastante más fangoso, de por sí creció y se desarrolló con los grandes diarios impresos, y siempre conservó una cierta impronta proletaria, que el Pulitzer a Spiegelman no alcanzó a diluir. De todas formas, con la aparición de la “novela gráfica” algunos historietistas sí alcanzaron el status de auteur, pero no dejan de ser casos excepcionales. En lo personal, tengo dos hijos, laburo en una fábrica y perdí el pelo; no tengo tiempo ni motivos para el espejo.


Rodrigo Terranova es historietista y vive actualmente en San Luis.

lunes, agosto 15, 2005

Girri y yo

Por Washington Cucurto

Girri y yo: Por aquellos años era raro que un repositor leyera a Girri. Yo andaba repitiendo de góndola en góndola sus versos muchas veces, en apariencia oscuros, pero fueron de los mas iluminadores que leí. Su, Oh, tú delfina, me enloquecía y después hice mi versión con mi, Oh tú, dominicana del demonio. Sus versiones de poemas de William, Stevens, Frost, Lowell, Creeley, me hacían imaginar tantas cosas bellas que hasta creía que todos esos nombres eran un invento de Girri. Y como soy un copión que copia todo, también inventé mis nombres: Cucurto, Anachuri, Pili.

No recuerdo mayor felicidad en la vida que leer sus 15 poetas norteamericanos. ¡Qué fuerte era para un adolescente repositor, la poesía norteamericana! Qué lindo era encontrarse al final de sus libros (que yo coleccionaba) versiones de autores con nombres y poesía tan extraños. Por favor, lean La marmota de Richard Eberhart. ¿Qué habrá hecho la vida de Richard Eberhart? Es todo lo que sé de él: un poema de la mano de Girri. De Williams y Girri sólo leí Camino al Hospital de Infecciosos. ¿Y las enfermeras del infeliz de Corso? A Corso sin dudas, lo salvó Girri.

Se atrevió a criticar duramente a autores como Ferlinghetti, Ginsberg y toda la generación Beatniks. Sus poetas traducidos eran los que presentaban mayor riesgo y errores en el ejercicio poético y lo decía. Sobre Edgar Lee Master escribió: “Que a los 40 y tantos años, tras una infructuosa labor literaria juvenil basada en poemas difusos, imitaciones sin interés de Shelley o Tennyson, y en obras de teatro académicas y convencionales, Edgar Lee Master (1869-1950), un oscuro abogado de Chicago, escriba de pronto un libro totalmente insólito por su calidad y originalidad, la Spoon River Anthology, y que ese autor vuelve después, durante el resto de su vida, a la mediocridad inicial en prosa o en verso, es un hecho bastante llamativo, cuando menos”: ¡Qué prologuista de lujo!

Su antología de Spoon River es uno de los grandes libros que leí en mi vida. Su fanatismo no le impedía que destruyera a los autores que traducía. Sus admirados Eliot, Williams y Stevens fueron objeto principal de sus críticas y su desencanto. Supongo que nada lo divertía más que “lapidar” a estos escritores considerados geniales. Sobre la generación Beatnik escribió: “Fuera del variable aparato escénico y el golpear furiosamente la máquina, sin alterar ni corregir nada, no puede decirse que el Parnaso de la Generacion Beatnik haya aportado mayor renovación dentro de la poesía norteamericana.”

De este modo: Yosako Akiko, Ando Ichiro, Miyazawa Kenji, Kusako Shimpei, el autor del poema Queroque La Rana; Hopkins, Yeats, como una mosca de largas zancas, Lowell, moscas, moscas sobre el plátano en las calles, Robert Graves. ¿Quién ha vuelto a traducir a Philip Lamantia, a Gary Snyder, a Robert Creeley, a Jay Smith y a Rabindranath Tagore? Todos ellos fueron para mí siempre una sola persona: Alberto Girri.

Kenneth Rexroth, me parecía un señor inalcanzable, desde que lo conocí fue un anciano para mí, pienso que mucho antes que yo naciera ya era un anciano. Una vez, en casa de unos poetas, me mostraron de un libro una foto de Rexroth. Era exactamente igual a como lo había imaginado. ¡Yo quería ser igual a Kenneth Rexroth!

Charles Olson, me parecía un muchacho juvenil, poco instruido. Su extraña teoría sobre el verso proyectivo me parecía apasionante. Nunca pude disfrutarla del todo. Frank O’ Hara, yo lo imitaba y pensaba que podía escribir poemas de su nivel. Claro que no, O’Hara es un grandísimo poeta y yo no soy más que un repositor. Claro que es quinientas mil veces mejor toda la vida ser un repositor en la década del 90 en sudamérica que ser un poeta neoyorkino en los 50. Hay que amar nuestra época.

James Merrill tiene un poema que se llama Charles se incendia.

John Ashbery, todos los poetas de mi generación lo leían con gran pasión. Para mí, su poesía es un fiasco. Lo mas aceptable es su Manual de Instrucciones y claro, Guadalajara.

Las poetas norteamericanas me parecían diosas. Me gustaría haber sido novio de Anne Sexton, Elizabeth Bishop, Muriel Rukeyser. H. D. es de una belleza extravagante. Los poemas de Marianne Moore son para volar, pero tiene aspecto de vieja amargada y concheta.

Anne Sexton, recuerdo la primera vez que vi una foto de ella, me enamoré inmediatamente. Tan fina, dulce y amable. Su poesía me deslumbró y me llevaría a la tumba o a la cama, claro.

Elizabeth Bishop, es una reina, solo eso. Amaba Brasil. Me gustaría ser su Manuelzinho.

Hilda Doolittle es H. D.

Anne Sexton tendrá mi corazón adolescente por siempre. Pero, ¿vieron qué linda es Clarice Linspector?

A veces pienso que el lector ideal de Girri fui yo y que escribía y traducía sólo para mí. Al final de sus libros cuando arrancaban las traducciones debía decir: “Son para vos, Cucu”.

Concursos literarios: Una vez me presenté a un concurso literario de la editorial Argenta Sarlep. Siempre había muchos de este tipo de concursos, donde uno podía presentar su material si pagaba una pequeña cuota, la cual era en definitiva el premio al ganador. El que ganaba aquellos concursos era en verdad “un ganador”, ya que todos los demás pagábamos por su poesía. Estos concursos mercantilistas son una estafa. La editorial no pagaba ni la edición del libro ni invertía un peso en premios ya que todo se lo cobraban a los participantes haciéndoles pagar una cuota de inscripción.

Aunque mandé material a muchos, siempre pensé que los concursos literarios no servían para nada. Entonces, ¿para qué mandaba? En fin, cosas de la ansiedad que genera escribir poesía. Les contaba, meses después de haber enviado mi carpeta me acerqué a las oficinas de la editorial y pregunté quien había sido el ganador y me dijeron: “El Sr. Alberto Girri”. Yo no tenía ni idea quien era, después lo conocí.

Como recompensa a mi participación, me dijeron que mi material les había gustado (mentira) y me invitaron a pagar cuotas mensuales para la edición de mi primer libro. ¡Al fin iba a publicar mi primer libro! De esa manera, con esa publicación dejaría de ser repositor y empezaría a ser un gran escritor renombrado y podría traducir, tal vez, un día, poesía, al igual que Alberto Girri. Claro, eran todas mentiras, mi libro jamás salió, la editorial de un día para el otro dejó de tener sus oficinas y jamás pude ser un escritor, ni dejar de ser un repositor.

Obelix y el mar

Por Obelix

Cuando empecé a escribir le daba a un texto y lo terminaba de un tirón. En la primera releída, hacía correcciones, tachaba adjetivos, cambiaba el orden de una oración, etc. “Soy bueno” pensaba. En la segunda relectura, hacía nuevas modificaciones y “soy muy bueno” pensaba. En la tercera y definitiva, “soy un genio” pensaba.

A pesar de mi status-genial, decidí ver cómo era el mundo de los intelectuales. Una amiga me llamó y me dijo que iba a empezar un taller de escritura con Juan Martini, $100 por mes. “No conozco a Juan Martini” le dije a mi amiga. “Parece que es groso” me contestó.

Antes de empezar, Juan Martini me citó en su departamento. Juan Martini tenía un departamento bonito. Juan Martini se ponía productos en el pelo para ocultar las canas.

En el segundo encuentro del taller, descubrí que Juan Martini se la pasaba mirando el reloj y que no abría la boca. Mis compañeros/as leían cosas espantosas y, el tipo al que Cortázar le había escrito un prólogo elogioso, no decía nada. Como éramos alrededor de ocho alumnos y la clase duraba una hora y media, yo, la joven promesa de la literatura mundial, leía cada tres martes. A mí me costaba esperar tanto tiempo para dar a conocer mis obras maestras. Al mes y medio dejé el taller.

Tiempo después, mi madre me informa sobre un taller gratuito en la Biblioteca Nacional. Lo da un tal Vicente Battista. “No lo conozco” le dije. “Yo tampoco” contestó.

A Vicente Battista le gustaba hablar. Vaya que sí. Hasta nos contó que junto a Abelardo Castillo habían escrito un montón de novelas por encargo. Material mercenario. “Caramba –pensé– nunca tengo que comprar un libro de estos tipos. ¿Cómo voy a saber si no es uno de los que hicieron por encargo?”.

De todas formas, el viejo hablaba y me caía simpático. El día que las jubiladas que asistían al taller (éramos unos cien alumnos, 85% mayores de 65 años) empezaron a leer sus textos, decidí pasar a fase número 2.

El departamento de Vicente Battista no era tan bonito como el de Juan Martini. Yo ya había aprendido –por las mías– un par de trucos referidos a escribir. Battista tenía un cuarto diminuto bastante simpático, lleno de libros y con una computadora. Empezó a leer y sus comentarios no estaban mal. El problema fue que cada dos minutos sonaba el teléfono y Vicente Battista atendía y como ya les dije le gustaba hablar. Dios, pensé, un genio no debe exponerse a esto. Bajamos, le pagué los $50 y partí a casa.

Joven marinero/a, muchacho/a, ten cuidado, el mar está lleno de piratas.

sábado, agosto 13, 2005

El cuestionario como un viaje de ida (4)

Hoy responde Santiago Llach.
1.¿Qué está leyendo en este momento?
Hablame de vos, no de usted, garca. Tristes trópicos. Genial esta escena: Lévi-Strauss llega a la Martinica fugado de la Francia de Vichy, y lo recibe la guarnición francesa, cuya única tarea ha sido proteger el oro del Banco de Francia. Como lúcidamente señala Lévi, fruto de la doctrina Monroe en toda la guerra estos soldados sólo vieron, de lejos, barcos norteamericanos, y entonces están contentos de haber tenido que pasarse al bando nazi, para tener un enemigo visible. Y bardean a todos los refugiados que vienen hacinados en el barco. Lévi, el único que zafa de la requisa, está como loco con dos alemanas a las que no se pudo cojer porque el barco era una mugre, sangre de menstrua, caca, pis, leche materna, leche de pajeros, todo mezclado. Después las persigue por toda la isla. Dos rubias teutonas sucias y muy putas, qué grande Claudio. Un par de manuscritos poéticos de pendejos que están muy bien. Reviso dos traducciones extraordinarias: unos fragmentos manuscritos de Whitman, todos tachados, que llevan como título gloriosísimo "Luego de ciertas campañas desastrosas", y la de mi pollo francés, Jean Lewinski, un tipo que parece argentino y que me enseñó mucho sólo habiendo escrito dos libros algo más que raros. La poesía me sigue alimentando, pese a todo. Las 25 novedades mensuales de Planeta. Le dedico un promedio de 32 segundos de lectura a cada una. A las de Sudamericana, que son menos o me llegan menos, les dedico 43.Blogs a full. Diarios, sólo en papel y en bares.
2.¿Qué cosas lo inspiran?
Las conchas marinas.
3.¿Cuáles son sus obsesiones y temas favoritos?
La política. La política, la política, la política. El mesianismo de mi primera educación apostólica y la pasión crítica de mi segunda educación de izquierdas hacen que le dé el nombre de "política" a mis obsesiones. Una síntesis de praxis vital y teoría de la ciudad.
4.¿Ha recibido algún premio? ¿Qué se siente?
Recibí mil dólares de un premio de la mejor revista de poesía de la historia cultural argentina (¿queda claro?). La persona que me entregó el dinero en la mano, un miembro del comité de redacción de esa revista, creía (lo supe después) que le estaba entregando ese premio al representante del menemismo en la poesía argentina. No era así. En esa época yo estaba cerca del ala izquierda del cavallismo. Ah, cómo me gusta darle letra a gente como esta chica, una feminista radical buena onda, que vino hoy y me dijo que yo tenía fama de chico de la Ucedé. Si lo niego lo estaré afirmando, pero juro que lo único que hice fue ir a un recital de una banda que se llamaba Propiedad Privada, o algo así. Mi próximo posteo largo incluirá una antropología del rock que se tocaba en zona norte en los años 80. Banditas prolijas, con zapatos náuticos, tocando los mejores temas de Police para conchitas doradas. ¿Quién se cojía a esas conchitas? Yo no, lamentablemente. Para cojer me tuve que buscar novias más para el lado de Avenida San Juan. A principios de los 90, en San Cristóbal se cojía de lo lindo. Y el otro día leí en el blog de este tipo que me dio el premio un post conmovedor. Me gustaría que esa persona me comprenda: para eso escribo, para que mis enemigos imaginarios me entiendan.
5.¿A qué hora del día escribe y dónde?
Atravieso una etapa de cruzada evangelista, pero normalmente escribo bajo los efectos del alcohol, a la tarde o a la noche. Escribo con la mente, mastico ideas durante años y en un momento caen solas. En cuadernos Rivadavia. En bares, pero ya no tanto.
6.¿Qué sitios de la web visita con más frecuencia?
E-galicia, Gmail, Blogger, t.extreme-dm.com, hotmail. El sitio del Departamento de Vivienda del gobierno de los Estados Unidos. Wikipedia, RAE, Word Reference, Worldlingo, de diarios argentinos sólo las columnas dominicales. Universofutbol.com y algún otro utilitario que me estoy olvidando.Hace casi un año hice una lista de blogs donde estaban Fuck You Tiger, Just Lola, Mal Elemento, Lunes Felices, Terranova.com.ar, Puto el que Lee, Valley of Tears, el de Piro. Esa lista le llegó a un par de amigos que hoy tienen blogs que sigo a diario. Hoy sigo también a Lola, Valley of Tears, a veces Mal Elemento, y agregué Linkillo, Cocinero Salvaje, Roland Garron, La Ciencia Maldita, México Me Mata, Perro de Aguas, un par más. Y, modelar, Los Trabajos Prácticos, al que llegué vía Piro. Después, boludeo por muchos blogs, aunque mi pulsión está con los argentinos. Y por sitios porno.
7.¿La literatura tiene sentido más allá del narcisismo? ¿Por qué?
Qué pregunta, más bien que lo tiene. Es que hay que leerla políticamente, como un entramado de figuras que ponen en escena el drama social. Si yo entro al canon o no, realmente me chupa un huevo. Yo quiero parar la olla en mi casa, leer textos que me conmuevan y criar a mis hijos. Lo que pase con mi escritura más allá de la esfera de familia y amigos me chupa un huevo.
Santiago Llach nació en 1972 en Buenos Aires. Publicó La Raza (Siesta, 1998) y La verdad láctea (Vox, 1998), entre otros libros. Administra el blog monlingua.

jueves, agosto 11, 2005

Sobre El Campesino de París

Por Juan Terranova

1.
Cofundador del surrealismo con André Bretón, Louis Aragón aparece en el panteón de la vanguardia francesa de los años veinte como poeta, militante, novelista y uno de los pocos que podía desarrollar una prosa que satisficiera a sus compañeros.

Sus textos experimentan cierto “goût du quotidien insolite”, gusto del cual Le Paysan de París (1926) es resultado directo y paradigma. Bretón cita a menudo en sus Entretiens de 1952 la extraordinaria capacidad para la deriva que tenía su compañero: “Los lugares de París, incluso los más neutros, por donde pasábamos juntos, estaban para él llenos de numerosos engranajes funcionales a una fabulación mágico-romanesca que nunca quedaba insatisfecha y se disparaba a la vuelta de la esquina o en cualquier vitrina.”

¿Se trata Le Paysan de Paris de un texto marginal dentro de la producción surrealista? Es difícil de decir. Por un lado, no es estrictamente surrealismo, sino más bien de un costumbrismo alucinado, tramado, narrativo, que hace hablar a la ciudad sin inundarla de peces gelatinosos o párpados de fuego. Más bien todo lo contrario. Por otra parte, después de los años veinte hubo que esperar hasta 1966, para verlo reeditado. Esa edición venía precedida de este breve texto sin firma que varias veces fue atribuido al mismo Aragón.

“En pleno tiempo del surrealismo, este libro singular se remonta a las fuentes: el Nerval de Noches de Octubre, el Apollinaire de El flâneur de las dos márgenes. De aquel que se sorprende con cualquier cosa decimos que viene del campo. De allí que, campesino de París, Aragón deambule por los pasajes del Ópera amenazados por los trabajos de mejora del Boulevard Haussmann y su fresca mirada registre mil espectáculos en el azar de las vitrinas y las pancartas. Paseo [Flânerie] que lleva a su autor de la rue Chauchat hasta Buttes-Chaumont, pareciera, por definir mejor el sentimiento de la naturaleza y también –por la dirección del sueño del campesino– pronunciar una cierta condena al idealismo, “usando los medios del idealismo”, donde se dibuja el futuro intelectual de aquel que habla. El autor de este libro, a quien todo el mundo quería volver, experimentó un malestar tal que recién en 1966, durante cuarenta años, no ha escrito en ninguna parte una sola palabra sobre él y todavía evita tenerlo como tema de conversación. Como si la curiosidad de los lectores lo hubiera mantenido encerrado en su pudor.”

La ciudad y su rutina, entonces, como uno de los grandes temas de la literatura y en esa tradición, París como metáfora universal de lo urbano.

2.
El libro está dividido en cuatro partes Préface à une mythologie moderne, Le Passage de l'Opéra, Le sentiment de la nature aux Buttes-Chaumont y Le songe du paysan. Previsiblemente el relato es esmerado en detalles, descriptivo, bizarro. Previsiblemente también Aragón construye sin sutilezas una apología de la sensualidad:

“En vano la razón me denuncia la dictadura de los sentidos. En vano ella me pone en guardia contra el error, que aquí reina. Entra, Señora, este es mi cuerpo, este es su trono. Alimento mi delirio como un caballo feliz. Falsa dualidad del hombre, déjame un poco soñar en tu mentira.”

En una vidriera, un anuncio trilingüe publicita preservativos, caminamos en la oscuridad, consultamos a una vidente. El azar rige la marcha: “Soy como un jugador agarrado a la ruleta, no me vengan a hablar de poner mi dinero en acciones, me les reiría en la cara. Yo juego a la ruleta de mi cuerpo y pongo todo al rojo. Todo me distrae indefinidamente, salvo de mi propia distracción.”

La traducción de “paysan” no es exactamente “campesino”. Aunque con “campesino” damos a entender, creo, todo lo que quería que entendiéramos Aragón, la idea se completaría si pensamos más bien en “parroquiano”, en “habitué”, incluso en “baquiano”. Corrido del oximoron que le impone la traducción, el “paysan” de Aragón es alguien que recorre la ciudad como un nativo que conoce su lugar de origen y tiene tal grado de compenetración con los elementos que se podría hablar de reflejos, de pertenencia total, de instintos. “Instinto” es una palabra que Aragón usa poco pero a la que alude mucho. Y por supuesto, la razón cartesiana o humanista es menospreciada por su pobreza.

3.
En la web encuentro esta frase de Walter Benjamin, sin referencias, y la creo verdadera: “Aragón, sí, El campesino de París, durante la noche, en la cama, yo no lograba leer más de dos o tres páginas, porque mi corazón latía entonces tan fuerte que me veía obligado a abandonar el libro.”

La relación de Benjamin con el surrealismo siempre me resultó equívoca, no del todo aclarada, en algún punto escamoteada o apartada por sus divulgadores rioplatenses. Quizás la situación se deba más a estos últimos, cuyo linaje los pone bien lejos del pop antes de tiempo de los surrealistas, que a los reales intereses del filósofo alemán.

En todo caso, después de leer Le Paysan de París queda claro que para escribir sus obras más difundidas, Benjamin toma bastante de Aragón. Simplemente, sin Le Paysan... el proyecto del Passagen-Werk no existiría.

Y por supuesto, el flaneûr aparece citado varias veces en el libro. Pero adjudicarle a Benjamin o a Aragón la invención de esa figura implica desconocer la literatura francesa y buena parte de la más importante literatura argentina (en especial los Viajes de Sarmiento).

Pese a las semejanzas, los autores y sus obras son bien diferentes. El poeta francés no está comprimido por la lógica del marxismo. De allí que donde Benjamin teoriza, Aragón describe y acepta. La mercancía es codiciada sin culpa y sin perversión, y sobre todo sin análisis posteriores. La prosa mistifica y lo hace sin culpas. De hecho, a la luz de Aragón, Benjamin aparece como lo que irremediablemente es: un místico reprimido.

Acá tendría que venir la cita de Kafka y sus precursores para argumentar que el autor de El arte en la época de reproductibilidad técnica, un texto demasiado enseñado y muy poco leído, influenció a Aragón, pero no. Simplemente Le Paysan de Paris me resulta más interesante, más sugerente y, sin duda, mucho menos transitado. Es un libro fresco y de alguna forma secreto, como una caminata nocturna.

Guarda con los mamones

Por Obelix

Durante una temporada trabajé los fines de semana en una galería de arte. Mi hermana era el jefe y mi función no quedaba muy clara. Supongo que era el tipo de seguridad.
— Poncharello hacé esto, Poncharello, hacé lo otro— me decía mi hermana.

La galería era una de las famosas. La mayoría de los cuadros que teníamos me resultaba horrible. Una vez por mes se inauguraba una exposición. Me acuerdo de una, cuadros de tango, más feos que los habituales. Frente a las obras, Qué belleza, Qué barbaridá, Qué color, Qué luz, decía el público-mamón. Sí, son muy lindos, les decíamos con mi hermana. La exposición era un éxito de ventas.

El día que nos visitó mi broder Chico le convidamos café y coca-cola.
— Qué cuadros mamones— dijo mi broder Chico.
— Sí, Chico, son cuadros mamones— contesté.

Un sábado, pintor-mamón vino a la galería. Pintor-mamón era agradable. Charlamos un rato y después llegó gente para una visita guiada. En realidad, vino sólo un sujeto a la visita guiada. Sujeto empezó a preguntar sobre la técnica y/o la composición de un cuadro y temí lo peor, una explicación horrenda de pintor-mamón. Sin embargo, la respuesta fue algo así: Todo lo que quise decir está ahí, a la vista. No me pidas que te explique nada. La obra debe hablar por si misma.

Me gustó la respuesta de pintor-mamón. Sus cuadros me seguían pareciendo una bazofia, pero no sé porqué, empecé a mirar a pintor-mamón de manera diferente.

miércoles, agosto 10, 2005

Los días de Ramírez

Por Fernando Molle

a Inés Ambrogio

Para Ramírez
son iguales
todos los días.
Cuando salen
de la escuela
todos pasan
y le pegan.
Porque Ramírez
lleva un conejo,
nunca se ríe.
En la cara,
en la boca,
en los ojos,
en los dientes:
cuando termina
la escuela,
todos pasan
y le pegan.
Todos los días
pasan los chicos,
los preceptores,
los profesores.
Todos los días
pasan los padres,
los familiares,
y el director.
Todos los días
son iguales
para Ramírez.
Porque Ramírez
lleva un conejo,
nunca se ríe.

Agosto 1993.



Fernando Molle nació en Buenos Aires en 1968. Estudió variadas disciplinas y desempeñó diferentes oficios. Publicó El despertador y el sordo (Ediciones del Dock, 1995) y La Revoltija (Siesta,1999).

El cuestionario como un viaje de ida (3)

Hoy responde Juan Terranova.

1. ¿Qué está leyendo en este momento?
Estuve releyendo, por placer, las novelas de Kurt Vonnegut Matadero cinco, Barbazul, Pájaro de Celda. Acabo de terminar La joven guardia, una antología de narradores nacidos en los 70 donde me publicaron un texto. Y también tengo una revista francesa de escándalos y morbo, de nombre Choc, que me trajo hace poco un amigo de París. Dice que es como la Esto! de Francia, lo cual ya es decir algo.

2. ¿Qué cosas lo inspiran?
Mi familia, mi vida cotidiana, todos los textos que circulan en la prensa gráfica (todos o casi todos), la televisión, la web, la poesía de los noventas (que, como dice Cucurto, en realidad, está pasando ahora), los escritores de los que me siento par.

3. ¿Cuáles son sus obsesiones y temas favoritos?
La diferencia entre experiencia y literatura me obsesiona un poco. El presente me obsesiona. Mi relación con mi padre y mis abuelos me obsesiona.

4. ¿Ha recibido algún premio? ¿Qué se siente?
Una vez, de chico, me dieron un premio en un concurso de manchas. Y después me lo sacaron.

5. ¿A qué hora del día escribe y dónde?
Escribo a la tarde, en mi computadora. Me gustaría escribir de noche, como cuando iba a la universidad y no trabajaba. O levantarme como los viejos a las cinco de la mañana y escribir hasta el mediodía. Esto último no me sale ni de cerca.

6. ¿Qué sitios de la web visita con más frecuencia?
Visito blogs de todo tipo, compulsivamente. Gasto alrededor de dos horas por día con los blogs. Visito La idea fija, El interpretador, varios sitios de pornografía gratuita, diferentes diarios. En general navego mucho dejándome llevar.

7. ¿La literatura tiene sentido más allá del narcisismo? ¿Por qué?
A ver... Sí, creo que sí, la literatura tiene sentido más allá del narcisismo. Hay muchísimas cosas que el cine y la televisión no pueden hacer. En todo caso, la pregunta tiene trampa porque la clave no gira en torno a “narcisismo”, sino más bien alrededor de tu idea de “literatura”. ¿Un guión es literatura? ¿Un artículo en una revista es literatura? ¿Un blog es literatura? Si tu idea de literatura es James Joyce y Marcel Proust quizás lo único que te quede sea el narcisismo. Que tampoco, después de todo, es una cosa tan terrible. Pero si tu idea de literatura está ligada a la comunicación, la pregunta, viejo, se desinfla como un globito.

Juan Terranova nació en Buenos Aires a fines de 1975, y publicó El Caníbal y El bailarín de tango entre otros libros.

martes, agosto 09, 2005

Este es mi amigo Strozza

Por Fabián Casas

Ahora que, tal vez, me halle en il mezzo del camino de mi vida, me puse a pensar en los amigos que tuve y tengo. Y en la amistad. En realidad todo se disparó por un amigo puntual al que quiero mucho: Pablo Strozza. El sábado pasado Pablo estaba en la cancha mientras yo estaba en mi casa, tapado por una cobija, viendo San Lorenzo-Vélez. Y en el entretiempo del partido hablamos por teléfono intercambiando opiniones de lo que estaba pasando. Yo le dije que uno de los errores más notables de nuestro nuevo técnico (Alfaro) era –ya que se jactó de estar metido en el medio de todas las transferencias que se hicieron, casi como un manager-, no haber comprado, aunque sea un día antes, a Castroman. Un muñeco letal que, se veía, nos podía liquidar el partido.

Otro de los errores, le dije a Pablo, era que San Lorenzo estaba parado en la cancha como Quilmes. Muy atrás, como un club chico: lo cual nos partía al medio: no había conexión entre los mediocampistas y Cardozo quien, por momentos, era el único delantero. Ahora es historia: ganamos un partido que tendría que haber sido empate. Porque el árbitro Martín echó a Castromán por algo que jamás hubiera echado a, por ejemplo, Martín Palermo. Pero lo que me quedó de ese sábado no sólo fue la victoria del CASLA sobre la hora sino también el placer de hablar con un amigo en medio de una tarde fría.

¿Por qué alguien se convierte en nuestro amigo? Como, por ejemplo, Pablo Strozza. Michel Houellebecq escribió alguna vez en uno de sus virulentos ensayos que “Las sociedades humanas y animales tienen diferentes sistemas de diferenciación jerárquica. El aristocrático (por nacimiento), la belleza, inteligencia o fortuna. Todos estos criterios me parecen, por otra parte, igualmente despreciables. Yo los refuto. La unica superioridad que reconozco es la de la bondad”.

Bien, yo pienso lo mismo. En la cultura de la calle a veces ser bueno se identifica con ser boludo. Está el neologismo para denotar eso: “buenudo”. Ser bondadoso, en realidad, es un valor supremo difícil de sostener en una sociedad caníbal y exitista como la que vivimos. Entiendo por una persona buena a alguien que, entre muchas de sus preocupaciones, está la de dar amor a los demás. Y que no utiliza a la bondad como una patología para salvar sus culpas si no como algo que le sale naturalmente. Es decir, dar amor le produce placer. Así que un componente central de una persona que me interesa es el de la bondad. Claro que un amigo también nos tiene que seducir.

A mí me seducen hasta las cosas que, a veces, me molestan de los amigos. Por ejemplo: Strozza es un gritón demoledor. Y es, a veces, un fundamentalista: Beck copia a Drake, por eso Sea Changes es malo. Para reafirmar esto repite una frase que ya se convirtió en un clásico de su repertorio: “Cuando Beck en Buenos Aires estaba tocando Loser ¡me fui a comer un pancho!”. A lo largo de nuestras sobremesas, cuando se hable del tema, sé que lo va a decir, invariablemente. Y esta misma pasión que pone para sostener sus mantras, esta puesta al servicio de las cosas que tienen corazón. Eso es algo que para mí es fundamental.

Realmente me saco el sombrero ante la gente generosa, con un alto grado de lealtad; no a lo que dicta la ética de la época, sino a sus sentimientos elementales. La escena final de La Pandilla Salvaje, de San Peckinpah, cuando los tipos se reunen, salen del burdel y deciden ir a defender a uno de ellos sabiendo que están en el horno y que van a ser masacrados, me parece demoledora. Eso es lo que hay que hacer. No hay vueltas. John Carpenter, siempre preocupado por la lealtad en sus películas, da una muestra de este fenómeno cuando en el final de Vampiros, James Woods (el cazador principal) y Daniel Baldwin (su lugarteniente) se despiden en el final del film.

Baldwin ha sido mordido por un vampiro y, con el pasar de las horas, se va a convertir en uno de ellos. Woods lo sabe. Entonces lo abraza y le dice: “Sabés que te voy a tener que perseguir y matar… Pero te doy dos días de ventaja”. Eso es. Aun cuando creamos que un amigo pueda convertirse en vampiro, hay que darle, como mínimo dos días de plazo antes de caerle encima.

Lo contrario a la amistad como yo la entiendo está en la amistad de los “famosos”. Este fenómeno siempre me llamó la atención. Los famosos, aunque no se hayan visto nunca en la puta vida, ya se estuvieron viendo de manera virtual, en fotos de vidrieras de diarios y revistas, en la televisión, etc. Por eso, cuando se cruzan en algún lugar, la famosidad que despiden mutuamente, los hermana y, acto reflejo, se besan y se abrazan como si se conocieran desde siempre. Estas amistades son de superficie, banales y duran menos que un día de franco. Pero a veces tienen resultados trágicos. Por ejemplo, el caso de Fernandito Olmedo, hijo de Alberto. Fernandito era un ser querido para mí y para mi familia.

Un día va a un restaurant nocturno, se cruza con el bailantero Rodrigo. Alguien le dice a Rodrigo que ese chico es el hijo de Olmedo. Automáticamente se empieza a segregar la famosidad y Rodrigo, que hasta entonces no reparaba en Fernandito, se funde en un abrazo con él y lo invita a viajar esa misma noche a La Plata para presenciar un show suyo. Se lleva de trofeo al hijo de un famoso. Por metonimia, con Fernandito cargado en su camioneta, la famosidad de Olmedo padre, pasa a Rodrigo. El final de la historia ya es conocido.

En definitiva: la amistad no es algo horizontal, es algo vertical. Un amigo es alguien que nos abre, con su virtudes y defectos, las ventanas de nuestra pequeña mónada. Recuerdo ahora a mi primer amigo. El hijo de una amiga íntima de mi mamá. Mi amigo Alfredo, conocido en Boedo y alrededores como Máximo Disfrute. Él fue el arquetipo primordial –como una idea platónica- que después se replicaría en miles de amigos que vendrían más tarde. Como Pablo Strozza.

El cuestionario como un viaje de ida (2)

Hoy responde Juan Pablo Lafosse.

1. ¿Qué está leyendo en este momento?
El primer tomo de La Voluntad de Caparrós-Anguita, El desamparo de Ferreyra y colaboraciones varias para El Interpretador.

2. ¿Qué cosas lo inspiran?
La gente.

3. ¿Cuáles son sus obsesiones y sus temas favoritos?
La muerte y todo aquello desconocido e incostentable. Lo humano y lo animal del hombre. Su estupidez. El dolor. Las costumbres. El humor. El origen y el fin del arte. La verdad. Las grandes preguntas de siempre.

4. ¿Ha recibido algún premio? ¿Qué se siente?
Sólo algunos premios deportivos en mis años mozos. No recuerdo.

5. ¿A qué hora del día escribe y dónde?
De madrugada. Cuando puedo desenchufar mis preocupaciones diurnas.

6. ¿Qué sitios de la web visita con más frecuencia?
El gran diario argentino punto com. Números viejos de El Interpretador. Algunos blogs, especialmente el de Obelix (iaparale.blogspot.com). Páginas de viajeros y fotógrafos, entre muchos el de Pablo Sigismondi (pablosigismondi.webcindario.com).

7. ¿La literatura tiene sentido más allá del narcisimo? ¿Por qué?
La literatura tiene múltiples sentidos más allá del narcisismo. Propicia la comunicación entre las personas. Permite aprender de los demás y de uno mismo. Abre mundos. Cambia el orden de las cosas. Cambia vidas.

lunes, agosto 08, 2005

Gustavo Ferreyra: Recursos de amparo

Por Fabián Casas

Casi a las puertas del año 2000, en la Argentina, sucedió un hecho extraordinario: una editorial grande (Sudamericana) que por reglas de mercado tendría que publicar libros rápidamente vendibles y no de catálogo, mandó a las librerías un ladrillo de papel ( 462 páginas) con una de las grandes novelas de la nueva literatura nacional.

Como era de esperar, El desamparo, de Gustavo Ferreyra, pasó casi inadvertido y hoy, para alegría de los lectores, se encuentra en los saldos de la calle Corrientes junto a otras novelas que también publicó Sudamericana del mismo autor y que se pueden conseguir por menos de cinco pesos. Tomen nota: El amparo (1994) y Gineceo (2001). Ferreyra también editó, por Ediciones Simurg, El perdón (1997), un libro de cuentos.

Gustavo Ferreyra es un escritor singular que practica una especie de realismo alucinatorio. En El desamparo, Marcos, uno de los personajes, vive asustado porque cree que en su nuca, a veces, aparece otro rostro que él no puede gobernar. Paranoico por este bifrontismo, cursa la carrera de medicina donde se enamora de una chica (con la que finalmente se casará) y es iniciado en la antropofagia como rito para ser aceptado en una de las cátedras de la facultad.

Aviso: los personajes de Ferreyra son paranoicos, neuróticos, psicóticos, obsesivos; están a un tris de irse al Descenso: un hombre visita a su mujer en un loquero y se debate entre las ganas de hacerle el amor y el miedo a que ésta lo ataque, otro cree que no tiene sangre en las venas y se mutila, un joven sospecha –sin ningún motivo aparente- que su padre tiene relaciones sexuales con su hermana , etc.

Como se ve, Ferreyra viene a traernos malas noticias: la realidad no es lo que parece ser y sin duda el rasgo más peligroso de su estilo es que el lector, cuando queda atrapado, identifica al mundo de, por ejemplo El desamparo, con el mundo real sin ninguna duda. Otra rareza está en que uno sufre de vergüenza ajena con los personajes que se obstinan en realizar tareas demenciales, como aquel extraordinario Robert De Niro en la piel del Rupert Pupkin del Rey de la Comedia, de Scorsese.

Así que situaciones decadentes, una realidad mostruosa y un lenguaje para contarlo ligeramente arcaizante que, no obstante, logra convertirse en un sistema notable. Los personajes de Ferreyra no “suponen”, “Barruntan” y no quieren “herir” a alguien, sino “zaherir”. Y cuando insultan dicen “Che, vos, fideo con tuco”.

¿Cuando tu mujer leyó El desamparo, no se preguntó: “¿qué hago viviendo con este mostruo?”.

Mi señora cuando terminó la novela se puso a llorar. Lo que pasa es que El desamparo siempre me pareció un libro muy fuerte. Es un libro que yo escribí con las tripas, muy emocional y que se llevó mucho de mí.

¿Por qué?

Es el libro de mi madurez, yo tenía 30 años cuando lo estaba escribiendo. Tal vez uno se desilusiona un poco. Muchos amigos míos cuando la leyeron se quedaron preocupados, pensando qué me estaría pasando para escribir eso. Esa novela me dio un poco de miedo cuando la terminé, aunque no se lo dije a nadie.

¿Qué te daba miedo?

Y que la leyera algún adolescente y lo afectara esa visión pesimista de la vida.

No hay salvación ni en El amparo ni en El desamparo, para los personajes.

No, no hay.

Y a su vez la novela parece una crítica al realismo tradicional y a la realidad misma.

Lo que pasa es que para mí el mundo subyace como un artificio que no me convence. Cuando estaba escribiendo la novela estaba en boga esa tira de Suar, Gasoleros, y me acuerdo que la gente decía: “Nos muestra como somos, somos eso”. Y yo pensaba: “Más bien queremos creer que somos eso, para quedarnos tranquilos”. Pero la cosa es más complicada. ¿Viste cuando estás esperando el colectivo muy tarde en la noche, y éste no llega y vos empezás a pensar que no viene por culpa tuya, porque sos un perdedor y le ponés a algo tan insignificante como el colectivo que no llega todo un montón de tu neura? Bueno, de esos despojos está hecha mi literatura.

¿Por qué Marcos junta vómitos para venderlos?

Porque me parece una cosa de la época, la mercantilización total de todo. Fijate que tanto El amparo como El desamparo suceden en un futuro vago. Y hay cosas que están en la novela como el acto de comer carne humana que después pasó en la vida real con este alemán que buscó por Internet a alguien que quisiera ser comido.

!Y lo encontró! De todas formas, a pesar de la densidad de las situaciones, tus novelas también hacen reir. Como si a determinado nivel de ebullición el horror se convirtiera en risa.

Sí, en el fondo del drama siempre hay una risa diabólica que resuena.

¿Qué literatura te gusta?

Me gustan los escritores franceses del siglo IX. Y Robert Walser. Y Celine, que acabo de leer y me parece genial.

Están todos muertos ¿Y autores contemporáneos?

Recién ahora estoy leyendo a Saer, me gustó mucho Cicatrices y también leí algo de Fogwill. Lo que pasa es que yo no vengo del mundillo literario, me dediqué a la sociología y empecé a escribir de noche, en la casa de mis viejos, sin decirle a nadie lo que hacía. Y cuando a los 25 terminé El amparo me mandé a las editoriales que en esa época recibían novelas. Ahí le hicieron un buen informe del libro a Luis Chitarroni y él lo publicó dos años después. Así empezó todo.

Y para diciembre Sudamericana anuncia una nueva novela tuya.

Sí, Vértice. Ahí aparecen varios personajes que se cruzan, un estudiante de abogacía, un chico de la calle, un quiosquero que lo tiene al chico entre ojo y una mujer que de alguna manera lo protege. El estudiante va a la facultad a dar un parcial y cuando vuelve en el auto ve en el asiento de al lado que no lo entregó, que lo tiene ahí. Entonces empieza pensar por qué le pasó eso y bueno…le pasa lo que le sucede siempre a mis personajes…

Tus personajes barruntan…

Sí. Los correctores muchas veces me sacaban el "barrunta" y lo sustituían por "supuso". Pero yo lo sostengo, lo defiendo. Forma parte de mi sistema desde que empecé a escribir. Yo no quería renunciar a nada del lenguaje mientras me formaba como escritor. En realidad yo ahora estoy empezando a hablar como mis personajes.

domingo, agosto 07, 2005

Colecta Zelarrayán

Zelarrayán estuvo internado y anda con problemas de plata. Para acercarle una ayuda, se están pidiendo apenas 5 pesos, hay que pasar por la Casa de la poesía, Honduras 3784, y hablar con Daniel Helder o pedir la Urna Zelarrayán en No hay cuchillos sin rosas, el local de Eloisa Cartonera, Guardia Vieja 4237.

¿Cuántas veces hablaste bien de Zelarrayán?
Bueno, en este momento te necesita.
Gracias.

sábado, agosto 06, 2005

El cuestionario como un viaje de ida (1)

Hoy responde Juan Incardona, editor de elinterpreatador.com.ar

1. ¿Qué está leyendo en este momento?
Decenas de colaboraciones que llegan a El Interpretador.

2. ¿Qué cosas lo inspiran?
La música.

3. ¿Cuáles son sus obsesiones y sus temas favoritos?
El pasado es una obsesión, siempre lo fue para mí. Siempre vuelvo atrás, sé que hago mal, pero me resulta inevitable. Otra obsesión, más doméstica, es comprobar que está cerrada la llave del gas.

4. ¿Ha recibido algún premio? ¿Qué se siente?
No.

5. ¿A qué hora del día escribe y dónde?
A la siesta y en mi casa, en la computadora.

6. ¿Qué sitios de la web visita con más frecuencia?
Además, obviamente, de elinterpretador, visito blogs. También portales de juegos. Suelo jugar al TEG por internet y al Age of Empires.

7. ¿La literatura tiene sentido más allá del narcisimo? ¿Por qué?
Un sentido que he descubierto últimamente es que funciona como conjura, conjura de esa obsesión por el pasado que señalé en la pregunta 3. Me está pasando, por ejemplo, cuando escribo sobre mi infancia en Villa Celina. Es como si escribir convirtiera a ese pasado en un presente permanente. Otro sentido tiene que ver con una necesidad de comunicación. Quiero que lean lo que escribo.

Y otro tiene que ver con sacarme algo de adentro, algo que tiene que salir. Esto me pasa particularmente con Ampere y el resto de los textos que escribo como jergas. Está relacionado con algo que me dijo Casas sobre la existencia de dos voces en un texto, una es propia y la otra es extraña. "Hay que privilegiar la voz extraña", dice Casas, y estoy de acuerdo. Cuando escribo con voz extraña me siento bien.


Juan Incardona nació en Villa Celina en 1971.
Es editor responsable de El interpretador donde publica mensualmente cuentos, aguafuertes y Ampere, una novela por entregas.

Fragmento de un diario

por Juan Terranova


Hoy a la mañana, un amigo me preguntó por teléfono cómo era la nueva casa.

— Bueno, para empezar—le dije—, no es tan nueva.

Me tomé el día para seguir ordenando los libros. Estuve sacándolos de las cajas y poniéndolos en los estantes. Cuando me estaba cansando, encontré una Biblia. Algunos párrafos estaban subrayados y tenían anotaciones. La Biblia es buen material. Muy curativo. Lo digo en el plano estrictamente literario. En realidad, no sé. El Viejo Testamento no. Tiene lo suyo pero es como Hollywood. Tantos fuegos artificiales y efectos especiales aburren. No se puede vivir sólo de películas hechas en Hollywood. También, y por sobre todo, necesitamos que nos hablen cara a cara. Tengo amigos que se exiliaron. Los extraño. Si me fuera de Buenas Aires me llevaría una Biblia.

— Buenos Aires no es intercambiable con nada— me dijeron una vez.

Siento la necesidad de creer. Si uno deja de creer, está listo. Traigan la camilla. Traigan la bolsa con el cierre. No, esperen, todavía respira.

Una vez le dije a Celia que La Ilíada me aburría. Nunca podría decir eso del Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento nunca me aburre. Ninguno de los cuatro evangelios me aburre. Marcos, Mateo, Lucas y Juan. Había tanto para contar que un biógrafo no alcanzaba. Eso es tener algo que decir. Hay muchos narradores de hoy que no tienen nada para decir porque no creen en nada. Dudan de todo y se pelean como adolescentes y se odian porque no tienen fe. Un escritor sin fe es como una cáscara vacía.

Lectura El Interpretador

Elinterpretador.com.ar invita a su primer encuentro de lectura este domingo a las 19:00 hs. en el Centro Cultural La Sala, Giordano Bruno 831 (a dos cuadras de Primera Junta, donde se termina Honorio Pueyrredón)

Leerán:

- Camila Flynn

- Sebastián Hernaiz

- Juan Diego Incardona

- Marina Kogan

- Juan Leotta

- Martín Llambí

- Inés de Mendonça

- Carla Sagulo

Los esperamos.

Como un Canto Rodado

por Obelix


A los dieciocho me hice fanático de los Rolling Stones. Tenía casi todos los discos y me pasaba el día escuchándolos. También me compraba revistas y libros donde aparecían. Dentro de la banda, mi héroe era Keith Richards, el guitarrista rítmico. Me encantaba Keith Richards. Me compré una guitarra y un amigo me enseñó a tocar. Las primeras canciones que aprendí eran de los Rolling Stones. Yo pensaba que Keith era medio maleta tocando la guitarra, al lado de por ejemplo Clapton o Hendrix. En una de las notas, leí que era considerado uno de los mejores, incluso por Clapton. Su mayor virtud no era lo que tocaba, sino lo que no tocaba. Me alegró esa nota y me pareció una buena definición.

Ese concepto, el de no tocar, volvió a aparecer a lo largo de los años siguientes. Lo descubrí en libros, cuadros, películas, en otros músicos y en fin, supongo que en todos lados.

En síntesis, diría que las cosas que me conmueven son las que tienen estos silencios, las honestas, las potentes y las que están hechas con huevos. Como un canto rodado.


viernes, agosto 05, 2005

Música y películas


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